jueves, 23 de junio de 2016

Jornada electoral


   Ya han abierto los colegios electorales. Los ciudadanos comienzan a ejercer su derecho al voto, a decidir sobre su futuro. 

     En este caso no se trata de elecciones locales, ni se eligen los miembros del parlamento, ni tampoco al presidente del gobierno (primer ministro o presidente de la república en sus diversas denominaciones).

     Desde hace unas horas los ciudadanos británicos están decidiendo su futuro, y en buena medida el de todos nosotros, en un referendum organizado para decidir a cerca de su continuidad o no dentro de la Unión Europea. Permanencia -dicho sea de paso- muy a su manera, porque conocido es el curioso régimen de adhesión que poseen los británicos, al mantener su propia moneda, su particular política de atención sanitaria, de inmigración... y que hasta continúan ¡conduciendo por la izquierda!

     Decisión esta que, como deciamos antes, nos interesa a todos, ya que sea cual sea el resultado de la votación, como dijo ayer mismo el propio Cameron "la medida no tendrá vuelta atrás".  

       Tal vez muchos de nosotros tengamos una opinión formada sobre qué resultado sería el más favorable para nuestro país y/o para el conjunto de la Unión Europea, otros tendrán dudas al respecto y no sabrán muy bien si decantarse por una u otra opción y algunos (bastantes o tal vez muchos, me temo) ni siquiera sabrán de lo que estamos hablando. Pero pese a la importancia del asunto en cuestión y a que la decisión que finalmente se adopte nos beneficia/perjudica interesa a todos los europeos, tan solo los ciudadanos británicos son los llamados a las urnas. Los demás podemos opinar lo que nos plazca (con mayor o menor conocimiento de causa, que eso ya es otra historia), pero únicamente ellos decidirán sobre su futuro inmediato.

    Ciudadanos de tres naciones (Inglaterra, Gales y Escocia) decidiendo de manera soberana sobre su futuro. Lo aceptamos con normalidad, como algo que ocurre naturalmente. Y es que no puede ser de otra manera. ¡Si hasta tienen distintas selecciones deportivas cada uno de ellos! En cambio aquí muchos se rasgan las vestiduras cuando se pretende opinar sobre las distintas nacionalidades.


      Además y por si alguien no había caído todavía en el detalle, el referendum se celebra hoy, día 23, y jueves para más señas. Y sin ningún tipo de jornada de reflexión previa. Ayer mismo todavía se celebraban mítines en los que personalidades de diferentes ámbitos (políticos, artistas, intelectuales, deportistas...) manifestaban su opinión pública y abiertamente.


      Nosotros también tenemos una cita con las urnas esta semana. Pero aquí hacemos las cosas a nuestra manera, que para algo somos españoles. Será el próximo domingo, para no interferir en la jornada laboral; con jornada de reflexión, el sábado, en la que está terminantemente prohibida la propaganda electoral. Incluso se prohibe publicar los resultados de encuestas electorales los últimos seis días. No vaya a ser que algo de esto pueda influir en nuestro voto. Pero de eso y de algún que otro mamporrero "motorizado" ya hablaremos mañana.


       Una vez más queda patente la existencia de distintas formas de actuar (no entraremos a valorar si mejores o peores) ante una misma -o parecida- situación, y matices diferentes que configuran nuestros particulares sistemas democráticos. 

      Sabido es que no se ven igual las cosas en casa propia que en la del vecino. Pero por todo ello y también pese a todo ello, tanto si finalmente se produce el llamado "brexit" como si no, ¡cuánto tenemos que aprender de nuestros vecinos británicos!




martes, 21 de junio de 2016

"El balcón en invierno"

Autor: Luis Landero


  
Tusquets Editores, S.A.
Colección Andanzas
3ª edición: octubre de 2014
245 páginas.








BIOGRAFÍA

Nacido en Alburquerque (Badajoz) en 1948 en el seno de una familia de agricultores, Luis Landero tuvo que emigrar con su familia a Madrid, como tantos otros, en 1960. Una vez en la capital ejerció los más diversos y variopintos oficios para poder pagarse los estudios.

Ejerció como profesor ayudante de Filología Francesa en la Universidad Complutense, fue profesor de Lengua y Literatura españolas en un Instituto de Bachillerato y también dió clases en la Escuela de Arte Dramático.





Desde la aparición de su exitosa primera novela "Juegos de la edad tardía" (1989), con la que consiguió el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura de ese año, ha compaginado la escritura de novelas con artículos en la prensa escrita. "Caballeros de fortuna" (1994), "Retrato de un hombre inmaduro" (2009) y "Absolución" (2012) son otras de sus novelas más destacadas, además de "El balcón en invierno" (2014), la última publicada hasta el momento.




SINOPSIS


Asomado al balcón, debatiéndose entre al vida que bulle en la calle y la novela que ha empezado a escribir pero que no le satisface, el escritor se ve asaltado por el recuerdo de una conversación que tuvo lugar cincuenta años antes, en otro balcón, con su madre.  «Yo tenía dieciséis años, y mi madre cuarenta y siete. Mi padre, con cincuenta, había muerto en mayo, y ahora se abría ante nosotros un futuro incierto pero también prometedor.»     

Este libro es una narración emocionante de una infancia en una familia de labradores en Alburquerque (Extremadura), y una adolescencia en el madrileño barrio de la Prosperidad. 

Es también el relato, a veces de una implacable sinceridad, otras chusco y humorístico, de por qué oscuros designios del azar un chico de una familia donde apenas había un libro logra encontrarse con la literatura y ser escritor. Y de sus vicisitudes laborares en comercios, talleres y oficinas, mientras estudia en academias nocturnas, empeñado en ser un hombre de provecho. Pero dispuesto a tirarlo todo por la borda para ser guitarrista y vivir como artista. Y en ese universo familiar de los descendientes de hojalateros, surge un divertidísimo e inagotable caudal de historias y anécdotas en el que se reconoce la historia reciente.




COMENTARIO

Estupendo libro autobiográfico en el que Landero nos cuenta parte de su vida, aquella en la que se acumulan los recuerdos de una forma de vida que fue la suya y ahora casi ha dejado de existir. De un mundo que ha cambiado por completo en unas pocas décadas. De unas gentes que ya solo viven en el recuerdo de quienes los conocieron y que, dentro de muy poco, dejarán de existir definitivamente.


"Del mismo modo que no sé nada de mis bisabuelos, y menos aún de ahí para atrás, los que nazcan dentro de veinte o treinta años no llegarán tampoco a saber nada de nosotros. No seremos ni siquiera fantasmas. Quizá ni siquiera un nombre flotando a la deriva de los tiempos".  Páginas 243-244.


También nos habla el autor de la dureza de la vida en los pueblos en aquellos años de miseria y posguerra en los que transcurrió su niñez.

"Así era todo entonces. Tu creías que vivías en el centro del mundo, como es de suponer que les ocurrirá a todos los niños de todos los lugares, y más en los tiempos en que no se viajaba ni había televisión. Las cosas entonces se escribían todas con mayúsculas: el Padre, el Abuelo, el Maestro, el Libro, el Médico, el Cura, el Pueblo, el Castillo..."  Página 73.


Es esta la historia de un niño, de un joven, que descubre la literatura como forma de conocer otros mundos, de vivir aventuras imposibles y visitar personas y lugares distintos y distantes.

"En los libros leídos está la sombra, el rastro de lo que fuimos, los diversos bocetos de nuestro aprendizaje estético y de nuestra evolución vital, los vestigios de ciertos afanes que un día nos conmovieron y que luego, tras ser devastados por el tiempo, con los materiales de sus ruinas construimos nuestro modo de ser y de sentir, y lo más valioso de nuestro bagaje cultural".  Página 115.

"Y luego, un día, no sé de qué manera, dejé de creer en Dios y me encontré creyendo en Gustavo Adolfo Bécquer".  Página 85.


 
Y como ese niño de pueblo, ese joven que va a la ciudad a estudiar y a labrarse un futuro, deviene en un ávido lector. En un lector activo, de los que "lee con lápiz para subrayar frases, para escribir notas en los márgenes, para enmarcar palabras..." convirtiéndose luego, ya de adulto, en escritor para contar historias de una vida, para rememorar anécdotas de su pueblo y de sus gentes, para honrar con su recuerdo a quienes tan importantes fueron en su vida y ahora tan solo habitan en su memoria. En su memoria y a partir de ahora también en la nuestra, al concluir la lectura de este agradable libro.

Un mundo rural en extinción, ya casi desaparecido, es el que se nos presenta en estas páginas. A menudo arrinconado en pequeñas construcciones (un antiguo molino, restos de un castillo, una humilde casa típica de otra época) a modo de pequeños museos etnográficos en los que se recuerda aquello que antes era habitual y ahora nos resulta extraño y casi irreconocible; lugares que nos gusta visitar para acceder a nuestras dosis de "naturaleza" (en vacaciones o cualquier fin de semana), donde las casas de pueblo se han convertido en alojamientos rurales, y las tradicionales tascas en rutilantes cafeterías de estética pretendidamente moderna, pero en las que no puede faltar, eso sí, alguna cabeza de ciervo, toro o jabalí presidiendo el local, colocada junto a la diana del juego de dardos y muy cerca de la inevitable mesa de billar (americano, of course).


Un libro para quienes quieran leer y recordar, o para quien desee saber y no olvidar. Asomaos todos a "El balcón en invierno". Nostálgico, agradable, en ocasiones alegre y simpático, no muy largo y absolutamente recomendable.




* Reseñas pendientes:

La tristeza del samurái, de Víctor del Árbol.
La mujer loca, de Juan José Millás.
León el africano, de Amin Maalouf
Solaris, de Stanislaw Lem.


jueves, 9 de junio de 2016

El día de la marmota


Como en aquella película de ¡1993! (hay que ver cómo pasa el tiempo y qué mayores nos hacemos) a la que hace referencia el título de este post, -comedia protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowell, en la que un meteorólogo es enviado a cubrir la información a un pequeño pueblo que mantiene la costumbre de predecir el futuro del invierno en función del comportamiento de una marmota, y en el que se queda atrapado repitiendo, día tras día, los mismos acontecimientos-, la sociedad española se encuentra inmersa en un bucle sin fin del que (esperemos) poder salir dentro de unas semanas.



Y es que en apenas unas horas comienza la campaña electoral. Todavía no han pasado ni seis meses desde la última ocasión en que los ciudadanos tuvimos la oportunidad de dar nuestra opinión a cerca de la situación política de nuestro país y en unos días nos encontraremos otra vez ante las urnas.

En aquella ocasión y tras los resultados obtenidos por unos y otros (sorprendentes para casi todos, por las espectaculares bajadas de los grandes partidos tradicionales y la no menos espectacular irrupción de los llamados emergentes) y ante la manifiesta incapacidad de todos ellos para cumplir el mandato de los electores, que no era otro que el llegar a acuerdos ante la nueva situación, olvidarse de egos y de mayorías (absolutas o no) y ponerse a trabajar por el bienestar de los ciudadanos, nos vimos abocados a una situación de provisionalidad, de precampaña permanente y de parálisis institucional que, por el bien de todos, sería conveniente que pasara a mejor vida.

Llega el momento de las promesas, de confrontar proyectos y ambiciones, de hablar de posibles pactos y de líneas que no se cruzarán; de carteles por las calles, de apariciones mediáticas en todo tipo de programas de televisión; de mítines, sonrisas y buenas caras. Y de encuestas. De intención de voto y de percepción de los resultados; de a quién se votará y quién creemos que logrará la victoria.

Pero en esta vorágine de datos y opiniones una palabra casi nueva se ha instalado en nuestro día a día. Se trata de un término italiano (hasta la fecha todavía no reconocido por la RAE) y que significa "adelantar". En nuestro país empezó a utilizarlo Julio Anguita en los años 90 del pasado siglo y ahora está más vigente que nunca. Como ya imaginais me estoy refiriendo a la teoría del sorpasso, en virtud de la cual se hablaba de la posibilidad de que los partidos a la izquierda del PSOE le pudieran superar en unas elecciones generales.


Llegados a este punto es casi obligatorio comentar el hecho de que según todas las encuestas (lo siento, pero al final no he podido evitar la utilización del término maldito) todo apunta a que tal circunstancia se podría producir el próximo día 26 de junio, y la coalición de Podemos, IU, Compromis y las distintas confluencias mejorará sus resultados y superará ampliamente en votos a los socialistas.

Si esos votos serán suficientes para convertirse en primera fuerza política o se quedarán a la sombra del PP es, a día de hoy, imposible de asegurar y difícil de creer, aunque sería importante destacar que ese y no otro debería ser su objetivo. No conformarse y darse por satisfechos con el sorpasso, sino conseguir lo que me atrevo a denominar el zarpazo y desalojar de los sillones azules a quienes nunca deberían haberlos ocupado, que tan mal uso han hecho de ellos y mandarlos, como mínimo, unas cuantas filas más arriba del hemiciclo.

Ese es el objetivo y eso es lo que muchos esperamos, deseamos y necesitamos que suceda el próximo día 26. Que de una vez la sociedad despierte y reaccione ante esta panda de corruptos y malos gestores.

Con sorpasso o sin sorpasso, lo importante es que haya zarpazo.





viernes, 27 de mayo de 2016

"Voces de Chernóbil"


Autora: Svetlana Alexievich

Título original: Tchernobylskaia Molitva
Traducción: Ricardo San Vicente

Ensayo.   
Editorial De Bolsillo
1ª edición: enero de 2015
406 páginas.








BIOGRAFÍA

Nacida en Stanislav (actual Ivano-Frankivsk), localidad de la Ucrania Soviética en 1948, Svetlana Alexándrovna Alexiévich es una afamada periodista, escritora y ensayista bielorrusa.

Estudió periodismo en la Universidad de Minsk y colaboró con la revista local Neman donde publicó sus primeros ensayos, cuentos y reportajes.

Su obra es una crónica personal de la historia de los hombres y mujeres soviéticos y postsoviéticos, a los que entrevistó para sus narraciones durante los momentos más dramáticos de la historia de su país, como la II Guerra Mundial, la Guerra de Afganistán, la caída de la Unión Soviética y el accidente de Chernóbil. 





Enfrentada al régimen autoritario y a la censura de su país, tuvo que abandonar Bielorrusia en el año 2000. Sus libros han sido publicados en casi todos los países europeos, además de Estados Unidos, China, Vietnam e India, y traducidos a una veintena de idiomas. Pese a todo, algunos de ellos (como es el caso de este Voces de Chernóbil) todavía está prohibido en Bielorrusia.

Es autora de  La guerra no tiene rostro de mujer (1985), Los últimos testigos. Cien relatos nada infantiles (1985), Los chicos de zinc (1989), Voces de Chernóbil (1997) y El fin del homo soviéticus (2013).



Entre los numerosos reconocimientos internacionales que ha obtenido destacan el Premio Herder en 1999, el Premio de la Crítica de Estados Unidos en 2006, el Premio de la Paz de los libreros alemanes (2013) y el Premio Nobel de Literatura en 2015.



SINOPSIS


"Este libro no trata sobre Chernóbil, sino sobre el mundo de Chernóbil. Yo me dedico a lo que he denominado la historia omitida, las huellas imperceptibles de nuestro paso por la tierra y su tiempo. Escribo y recojo la cotidianidad de los sentimientos, los pensamientos y las palabras. Intento captar la vida cotidiana del alma. La vida de lo ordinario en unas gentes corrientes. Aquí, en cambio, todo es extraordinario". Con estas palabras explica la propia autora cuál es el argumento del libro. Página 44.



COMENTARIO

Hace unas semanas me tropecé por casualidad con este Voces de Chernóbil durante una de mis habituales visitas a la biblioteca.

En un principio me llamó la atención la estupenda portada del libro: la imagen impactante; el contraste de la alambrada con la noria; el color gris (más bien el blanco sucio) tanto del cielo como de la nieve; la sensación de soledad y de abandono que transmite; y la frase que acompaña al título Crónica del futuro

Además el nombre de la autora -pese a que no había leído nada suyo- me sonaba vagamente, en relación con algún premio literario. Busqué la biografía en la solapa  y resultó que se trataba de la última ganadora del Premio Nobel de Literatura. Motivo más que suficiente como para llevármelo a casa.

Y me alegro de haberlo hecho.


Antes que nada he de decir que no se trata de un libro convencional. Más bien al contrario, ya que la autora reconoce no haber intervenido en su escritura, más allá de transcribir las informaciones que iba recibiendo, sin añadir ni omitir nada y manteniéndose siempre al margen, como un mero espectador de las conversaciones.

Y es que el libro no es más (ni menos) que la sucesión de una serie de monólogos en los que un buen número de supervivientes de la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil nos cuentan cómo vivieron el acontecimiento: cómo eran sus vidas antes de aquel nefasto 26 de abril de 1986; cómo vivieron las horas y los días posteriores al "accidente" y en qué se convirtieron sus vidas después de aquello.




Alexievich es uno de los máximos exponentes de un nuevo género literario -denominado novela-evidencia o novela colectiva- en la que, al estilo del antiguo coro griego, los distintos personajes van ofreciendo sus testimonios de manera individual y sin ninguna intromisión exterior. Directamente del personaje al lector. Ni siquiera existen preguntas a las que responder. Cada cual cuenta lo que quiere contar y de la manera que mejor le parezca, consiguiéndose así una mayor empatía por parte del lector que consigue llegar a la esencia humana de los acontecimientos sin ningún tipo de intermediario.



Militares movilizados desde el primer momento; campesinos obligados a abandonar temporalmente sus casas y sus tierras llevando consigo poco más que lo puesto, y a las que por supuesto nunca pudieron volver; habitantes de otros pueblos cercanos que nadie sabe por qué no fueron evacuados y continuaron viviendo en la zona, autoridades locales desbordadas por los acontecimientos mientras la propaganda soviética hacía su trabajo, soldados enviados al matadero con la misión de "apagar el incendio", profesores que no saben cómo explicar a sus alumnos lo que está pasando, médicos que no saben (ni pueden, ni tienen medios) cómo paliar los efectos del desastre... Todos ellos personajes reales, con nombres y apellidos, que con sus relatos van conformando el collage que constituye este libro.

"Chernóbil saltó por los aires alimentado por una conciencia que no estaba preparada para algo semejante, pero que tenía una fe absoluta en la técnica. Y, por añadidura, no se daba ninguna información. Montones de papeles con el sello de ultrasecreto". Zoya Danílovna Bruk, inspectora del Servicio para la Protección de la Naturaleza. Página 285.




Pese a que el tono general, como no podría ser de otro modo, es a menudo triste y en ocasiones dramático, resultada curiosa y alentadora la presencia del humor en muchas partes del libro, o lo que es lo mismo, en muchos de los relatos allí contados. Pese a todo lo que les ocurre, a la muerte y las enfermedades que los rodean, al engaño al que en muchas ocasiones fueron sometidos, a la desesperación, la rabia y la impotencia ante los acontecimientos que nos cuentan, los relatos se ven aderezados en numerosas ocasiones con anécdotas graciosas e incluso por chistes que cuentan las mismas personas que fueron, son y serán víctimas de aquel drama.

Quizás porque el humor sea, junto a la negación, una de las pocas respuestas que estas gentes encontraron para poder sobrellevar situaciones tan dramáticas. Unos optaron por una; otros por la contraria. 

"Mandan un robot estadounidense al tejado, trabaja cinco minutos y va y se para. El robot japonés también trabaja nueve minutos y se para. En cambio, el robot ruso se pone a trabajar y está dos horas. Y en eso que se oye por la radio ¡Soldado Ivanov, puede bajar para un descanso!"  Alexandr Kudriagvin, liquidador. Página 320.




Voces de Chernóbil es uno de los pocos libros de la autora que ha sido traducido al castellano (y a una veintena más de idiomas) pero, curiosamente, a día de hoy continúa estando prohibido en Bielorrusia.

Un libro estupendo, esclarecedor y estremecedor a partes iguales, y totalmente recomendable, del que destaco un par de frases que a mi entender lo resumen a la perfección y que deberían ser motivo de reflexión por parte de todos nosotros. Tanto para quienes hayan leido el libro como para los que todavía no lo han hecho.



"Para algunos, Chernóbil es una metáfora. Un símbolo. En cambio, para nosotros es nuestra vida. Simplemente la vida".  Nadezhda Afanásievna Burakova, habitante del poblado Jóiniki. Página 324.

"Yo creo en la historia..., en el juicio de la historia.. Chernóbil no ha terminado, tan solo acaba de empezar". Página 366.



* Reseñas pendientes:


El balcón en invierno, de Luis Landero.
La tristeza del samurái, de Víctor del Árbol.
La mujer loca, de Juan José Millás.


martes, 17 de mayo de 2016

"Ofrenda a la tormenta"



Autora: Dolores Redondo


Novela negra.   
Ediciones Destino, S.A.
1ª edición: noviembre de 2014
3ª reimpresión: diciembre de 2014
546 páginas.








BIOGRAFÍA

Nacida en San Sebastián en 1969, Dolores Redondo estudió Derecho y Restauración, y comenzó en la literatura escribiendo relatos cortos y cuentos infantiles. En 2009 publicó su primera novela Los privilegios del ángel. 

A principios de 2013 apareció El guardián invisible, primero de los libros que componen la Trilogía del Baztán. A finales de ese mismo año publicó Legado en los huesos y ya en 2014 Ofrenda a la tormenta, con el que concluía la serie. Desde su inicio la trilogía se ha convertido en todo un fenómeno de ventas, habiendo sido traducida a más de 15 idiomas y vendidos sus derechos para llevarla a la gran pantalla.




SINOPSIS


Ha pasado ya un mes desde que la inspectora de la Policía Foral recuperó a su hijo y pudo detener a Berasategui. Pero a pesar de que tanto la Guardia Civil como el juez Markina dan por muerta a Rosario, Amaia siente que no está libre de peligro, un desasosiego que solo Jonan comprende. 

La muerte súbita de una niña en Elizondo resulta sospechosa: el bebé tiene unas marcas rojizas en el rostro que indican que ha habido presión digital, y además, su padre intenta llevarse el cadáver. La bisabuela de la pequeña sostiene que la tragedia es obra de "Inguma", el demonio que inmoviliza a los durmientes, se bebe su aliento y les arrebata la vida durante el sueño.

Pero serán los análisis forenses del doctor San Martín los que convencen a Amaia Salazar para investigar otras muertes de bebés, que pronto revelarán un rastro inaudito en el valle. Berasategui muere, entonces, inexplicablemente en su celda, lo que despliega una trepidante investigación que llevará a Amaia al auténtico origen de los sucesos que han asolado el valle de Baztán.

Y mientras, desde el bosque, una impresionante tormenta llega para sepultar la verdad más demoledora.



COMENTARIO

Tercer y último capítulo de la Trilogía del Baztán, y el que a mi más me ha gustado de los tres. Más de mil quinientas páginas de intriga, asesinatos, notas mitológicas, investigaciones policiales y pequeñas pinceladas del pasado de algunos de los protagonistas que van conformando lo que a la postre nos llevará a la conclusión de la historia.



Pese a tratarse de la continuación de la misma narración, con la que muchos nos hemos convertido en seguidores de la inspectora Salazar y en admiradores de los paisajes del valle del Baztán por los que transita la acción, he de decir que mi valoración ha mejorado con respecto a los dos libros anteriores. Si el primero me resultó algo repetitivo, con pasajes totalmente prescindibles y artificialmente extensos, y el segundo un poco más de lo mismo -con largas descripciones de aspectos poco importantes para la acción-, este tercero me ha parecido algo diferente. Y sin duda mucho mejor. 

"...los lobos no comen ovejas porque sí; podrían comer conejos, zorros o ratas. Comen ovejas porque les gusta su carne, su miedo y sus balidos aterrados." Página 491.


No se si por voluntad propia o porque la historia y los personajes la han llevado por ese camino, pero lo cierto es que en esta ocasión la autora se centra más en la trama principal, dejando con ello de distraer al lector con personajes, situaciones y descripciones que poco tienen que aportar a la historia. Cierto es que en ocasiones aparece alguna pincelada discordante, pero que no afecta al desarrollo de la acción. Y eso se reconoce y se agradece.

Cáscaras de nuez


Permanece, eso si, como uno de los personajes destacados a lo largo de toda la narración el clima siempre húmedo de la zona. Con días lluviosos o cuanto menos de cielo encapotado y amenazante que contribuye a enmarcar la acción en un ambiente triste, lúgubre y por momentos angustioso.


Infernuko Errota (el Molino del Infierno)




"El miedo no se va, no desaparece, solo se retira unos pasos atrás hasta un lugar húmedo y oscuro, y se queda ahí, esperando, reducido a poco más que un pequeño LED rojo que puedes ver aunque no quieras, aunque lo niegues, porque de otra forma no se puede vivir".  Página 78.




Desde el punto de vista de los personajes y en cuanto al peso de cada uno de ellos en la trama general, me parece que la historia continua un tanto desequilibrada. Y es que algunos personajes resultan totalmente prescindibles en la trama y sin embargo van apareciendo y desapareciendo a lo largo de toda la narración; por contra echamos de menos a otros que sin duda enriquecerían la historia si gozaran de mayor presencia a lo largo de la trilogía. 

Sería el caso de la tía Engrasi, entrañable y misteriosa a partes iguales. Personaje con múltiples aristas y que pese a sus numerosas apariciones a lo largo de los tres libros, esconde mucho más de lo que cuenta, y cuya vida daría por sí sola para un libro entero.
O del enigmático Dupree, el agente del FBI con el que Amaia mantiene una extraña relación telefónica -confiándose mutuamente secretos e inseguridades-, pero del que sabemos tan poco que en ocasiones llegamos a dudar si su existencia es real o tan solo se trata de una ensoñación más de la atormentada inspectora.


Por el contrario otros personajes (no daré más datos para no estropearle el final a quien no haya leído el libro) irrumpen en la acción con una brusquedad injustificada, en situaciones bastantes forzadas y poniendo en guardia al lector sobre los motivos de tanta precipitación. Esa sensación se verá confirmada al llegar al final del libro, con una conclusión que a mi me pareció precipitada, algo forzada y bastante previsible. Y es que después de tantas páginas leídas (y de tanto tiempo empleado en la lectura) llegamos a un final decepcionante, que no consigue sorprender al lector porque se intuye claramente desde bastantes páginas antes.


Anguloa Uniflora



Como conclusión diré que la Trilogía del Baztán me ha resultado una lectura interesante, en la que sin duda queda patente la ardua labor de preparación e investigación llevaba a cabo por la autora en muy variados y diversos ámbitos, pero que tal vez se alarga en demasía perdiéndose por el camino en los espectaculares paisajes del valle. 
Quizás dos libros hubieran sido suficientes (y unos cientos de páginas menos) para la historia que al final se nos cuenta. En muchas ocasiones menos es más, y creo que este es un buen ejemplo de ello.





* Reseñas pendientes:

Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexievich.
El balcón en invierno, de Luis Landero.
La tristeza del samurái, de Víctor del Árbol.
La mujer loca, de Juan José Millás.