miércoles, 29 de marzo de 2017

"Sucios y malvados"

Autor: Juanjo Braulio



Novela negra   
Ediciones B
1ª edición, febrero de 2017
640 páginas.











BIOGRAFÍA


Juanjo Braulio (Valencia, 1972) se graduó en Enseñanzas Artísticas por la Sankt Eskils Skola de Eskilstuna (Suecia) pero, "como lo que más me gusta hacer es leer y por leer no pagan, me hice periodista", y se licenció en Ciencias de la Información en la Universidad Politécnica de Valencia.

Comenzó su carrera como periodista en la delegación valenciana de Diario 16. Posteriormente fue redactor de distintas secciones del diario Las Provincias, en el que llegó a ser Jefe de Opinión. Después fue Jefe de Informativos de la desaparecida Ràdio Nou, y colaborador del Suplemento Semanal XL, de la agencia Colpisa y del diario ABC.




Debutó en el mundo literario en 2004 con una recopilación de sus columnas de opinión bajo el título "La escalera de Jacob". En 2014 publicó un libro de viajes sobre Suecia titulado "En Ítaca hace frío". Ya en 2015, después de tantos años contando verdades que parecían mentira, decidió probar suerte en el intento de contar mentiras para decir verdades, y lo hizo con la publicación de "El silencio del pantano", su primera novela.

En febrero de 2017 ha aparecido su último libro hasta el momento "Sucios y malvados", también en Ediciones B.

(Datos biográficos y fotografía extraídos de la web del autor: juanjobraulio.com).



SINOPSIS


     Tras deslumbrar con su primera novela, calificada de "obra maestra" por la crítica y cuya adaptación al cine ya está en marcha, Juanjo Braulio regresa a las librerías con este monumental thriller literario que combina una trama policíaca impecable con una gran reflexión sobre la justicia, el sexo, el poder y la violencia contra las mujeres.

     Un grupo de prostitutas que acuden a rezar a la Virgen de las Rameras en un edificio abandonado; un músico que jamás ha logrado superar el secuestro que sufrió cuando era niño; una abogado sin escrúpulos; un notario con oscuros gustos sexuales; un contenedor de transporte marítimo con un siniestro contenido; un hombre que aparece ahorcado en el lugar exacto donde estuvo hace siglos la entrada al barrio de los burdeles...

     Braulio presenta un juego diabólico formado por distintas tramas que la inspectora Roma Besalduch luchará por conectar, buceando en las profundidades y los secretos de una Valencia entre cuyas negras sombras se ocultan sus habitantes más sucios y malvados.  



COMENTARIO

  
      Brutal. Demoledor. Apabullante. Magnífico. Todo esto y mucho más es este “Sucios y malvados”. Como un puñetazo en la boca del estómago del lector, que por momentos corta la respiración -tanto por lo que cuenta como por la forma de contarlo-, y en otros permite una mínima relajación a la espera del siguiente golpe que no tardará en llegar.


      Desde un primer momento se muestra la historia con toda su crudeza. Porque tal y como aseguran los manuales de técnicas de escritura, -además de la más pura lógica-, el primer objetivo que ha de cumplir una historia para resultar atractiva al lector es atraparle desde el primer momento con un inicio impactante que le anime a continuar con la lectura. Y en esta ocasión Juanjo Braulio lo ha conseguido, una vez más.


     Ya en su anterior libro “El silencio del pantano” nos sorprendía con un arranque en el que un macabro hallazgo era el desencadenante de la acción. En aquella ocasión era la aparición de un saco flotando en el río Turia en el que se encontraban mezclados restos humanos junto a otros de varias especies animales distintas. Ahora la inmensa alegría de un grupo de trabajadores agraciados con el primer premio de la lotería de Navidad se convierte en horror cuando uno de ellos decide, de manera aplastante, acabar con todo y quitarse la vida. 





      Comienza así este libro, en un tono brutal y desgarrador. Y así se mantendrá a lo largo de las más de seiscientas páginas en las que acompañaremos al autor en un descenso a lo más bajo, a lo más profundo, a los infiernos personales y colectivos de una sociedad enferma cuyos síntomas, por ignorados no dejan de ser más reales y cercanos. Es muy cómodo mirar para otro lado y hacer como que no vemos, como que no nos incumbe. Pero la realidad está ahí mismo: en nuestra propia ciudad; tal vez a una calles de distancia; o agazapada tras la puerta de al lado de nuestro apacible hogar.


      En ese descenso a los infiernos que nos propone el autor iremos conociendo y viviendo cómo la violencia, la imparcialidad y la injusticia se enseñorean de un mundo regido por el dinero, la depravación, los abusos y los crímenes más bajos y execrables.


      Y lo haremos acompañados por un buen número de variopintos personajes que irán completando la historia. Víctimas unos y verdugos los otros, pero todos ellos implacablemente marcados por la violencia. Jóvenes africanas o de la Europa del Este traídas al primer mundo con engaños y obligadas a prostituirse como único medio de pago para saldar las imposibles deudas contraídas; mujeres víctimas de todo tipo de violencia por parte de quien se suponía que era quien más las quería; aparentes ajustes de cuentas entre bandas rivales por el control de algún negocio ilícito; ejemplares padres de familia que satisfacen sus más bajos instintos a cambio de unos pocos euros, forzando a niñas que todavía no han llegado a la pubertad, o teniendo sexo rápido con alguna ingenua “secretaria para todo”. Y profesionales del crimen y de la violencia, que se dedican a ello como forma de ganarse la vida y/o para costearse sus propios vicios.

"Cuando la existencia es tan indigna y miserable, la mentira, la traición y el beneficiarse de los golpes de suerte tal y como vengan sin que les importe qué daños puedan causar a los demás, son solo herramientas que pueden y deben usarse si las circunstancias lo aconsejan".  Página 457.


      Entre medio de todos ellos, cabalgando sobre la delgada línea que a menudo separa el bien del mal, nos toparemos con la ley y la justicia. Un grupo de policías, encabezados por la inspectora Roma Besalduch, intentando recomponer el rompecabezas que tienen ante sus ojos. Una jueza y unos forenses que parecen más preocupados por dar celeridad a sus actuaciones que por llegar hasta el final de las mismas. En ocasiones por falta de personal, otras por escasez de medios o quien sabe si por alguna otra razón. Y un grupo de mujeres que, en silencio, se rebelan ante esta situación y deciden tomar partido por las víctimas y llegar, con sus propios y abundantes recursos, a donde la justicia en ocasiones no puede o no debe llegar.

"Una cree que, a mis años y con mi experiencia, ya lo ha visto todo. Pero la maldad y la estupidez humana parece no tener límites". Página 196.


      Por otro lado, la relajación y el tono más distendido -en los breves instantes que el autor nos concede para que recuperemos la respiración antes de volver a golpearnos con la más dura realidad- viene de la mano de dos personajes secundarios muy bien conseguidos: Charo y Manuela. Dos vecinas; dos amigas. Dos mujeres normales y corrientes que hablan de sus cosas cuando coinciden por el barrio en sus quehaceres diarios. De sus maridos, de la familia, y de “cómo está el mundo”.


      También son dignos de destacar otros dos personajes con una presencia bastante residual aunque importante en el desarrollo de la historia y conocidos por sus curiosos apodos. Chetú y Cagendeu son dos macarras, dos matones, dos “malvados” que hacen lo que tienen que hacer sin plantearse absolutamente nada más, pero que, pese a todo, acaban por resultarnos simpáticos. 





      Y un par de cameos del propio autor en lo que parece ser otra de sus señas de identidad. Un más que evidente auto homenaje cuando uno de los personajes menciona que le gustan las novelas que escribe un tal “Q”, y el otro también en un bar (como en el libro anterior), aunque esta vez localizado en “la Ciudad Eterna”, en muy buena compañía pero teniendo por vecino a un tipo mucho más que peligroso.


      Pero si hay un personaje en esta novela coral que sobresale de entre todos los demás ese es sin duda Dani. Un joven compositor que solo puede sobrevivir a través de la música y que soporta su existencia con la ayuda de todo tipo de sustancias prohibidas. Es el hilo conductor de la historia. A través de él y de los cuadernos que metódicamente va rellenando día tras día iremos conociendo retazos de su historia personal, el por qué de sus problemas mentales, y de como a través de la música es capaz de “ver” a las personas y de distinguir en ellas la verdad de la mentira.



      Si en su anterior libro Juanjo Braulio abordaba el tema del poder en sus distintas vertientes y en cómo habitualmente ese poder suele utilizarse para hacer el mal, en esta ocasión la reflexión que se nos plantea es mucho más personal y cercana todavía. Ante un hecho delictivo, incluso en el caso de que este llegue a resolverse, a juzgarse y a condenar a los responsables, siempre queda una cuestión pendiente: el resarcimiento a las víctimas.

     Porque, ¿es suficiente la pena de cárcel para resarcir a quien tanto ha padecido? La víctima de una violación, de malos tratos, o los familiares de una persona que ha sido asesinada se deben/pueden sentir “satisfechos” con el hecho de que el causante cumpla más o menos años de prisión? ¿Y qué ocurre cuando por la habilidad de los abogados defensores, por algún defecto formal o por errores judiciales (que intencionados o no también los hay en cantidades ingentes) los responsables de semejantes barbaridades ni siquiera llegan a ser condenados?

"En derecho, Cristina, hay dos maneras de ganar un juicio. Una es ganarlo, claro; la otra es no perderlo nunca y dilatar el proceso de tal manera que, al final, se quede en nada". Elvira (la jueza) hablando con Cristina. Página 632.


      Ley y Justicia son conceptos diferentes y en ocasiones hasta antagónicos. Y de eso saben mucho les dones de cadira, un grupo de mujeres tan distintas entre sí que se tienen que reunir en un solitario claustro apartado para huir de las miradas indiscretas que, de otro modo, inevitablemente provocarían. Una especie de modernas “amazonas del apocalipsis” (espero que don Vicente sabrá perdonar la “boutade”) que por diferentes motivos personales optaron por dejar de lamentar su suerte y decidieron que había que hacer algo más que quejarse, uniéndose para, con sus propios y amplios recursos, resolver aquello que otros no podían o no querían hacer.


Claustro del Real Monasterio de la Trinidad


      Siempre se ha dicho que se escribe de lo que se conoce, o bien se documenta uno antes de ponerse a escribir sobre cuestiones que no domina demasiado. Rompamos aquí otro mito: el del escritor cómodo que sitúa la acción en su ciudad (para no tener que investigar demasiado) y que habla de personas y hechos que tiene relativamente cerca.

 
      No sea usted modesto, Sr. Braulio, porque ya no cuela. En este libro, como en el anterior, queda patente el gran trabajo de documentación realizado por el autor en muchos y diversos temas: la trama policial parece lógica y sobre todo verosímil (algo que muchas veces brilla por su ausencia en la llamada novela negra); las explicaciones médicas y de determinados procesos químicos son rigurosas y completas, así como las notas históricas sobre la ciudad de Valencia, la inmigración ilegal y las mafias que la manejan; cuestiones de informática que sobrepasan con mucho el nivel de “usuario”; las acertadas y contínuas referencias cinematográficas y literarias; y… la música. Sobre todo la música.


      Porque ese es el vehículo sobre el que se articula la historia. O, mejor dicho, las distintas historias que van entrecruzándose hasta desembocar en la colosal escena final. Las explicaciones musicales y las contínuas referencias a tonalidades y escalas cromáticas tal vez resulten demasiado complicadas para el común de los mortales, aunque imagino que serán motivo de disfrute tanto para los profesionales de la música como para los grandes conocedores de los entresijos de las composiciones musicales.


      Este sería el único pero que le podría poner al libro. Determinados pasajes y descripciones musicales que por elevadas y complejas me han resultado ininteligibles (tal es el grado de erudición que demuestran). Pero teniendo en cuenta quién es el personaje que realiza esas explicaciones y cuál es su situación mental provocada (aunque tangencialmente) por la música, el autor queda más que disculpado por ello.


      Es Dani el personaje que más aparece en la novela, el que cierra casi todos los capítulos y el que culmina la acción en una escena soberbia. Dura, como casi todo el libro, en la que convergen la música, el color, los olores y la acción más trepidante.


       Además se nota que es con este personaje con el que más ha disfrutado (y supongo que sufrido) el autor, y al que más páginas dedica. Y nosotros como lectores lo agradecemos por conocer su historia, por acompañarle en su sufrimiento y finalmente poder seguirle en un viaje purificador. Un gran personaje a la altura de un fenomenal libro.


     También es digna de elogio la construcción de otro de los personajes claves en la historia, ya que Roma Besalduch es una inspectora de policía alejada de los típicos clichés de personajes similares que suelen abundar en este tipo de obras. ¡Bravo, sr. Escritor! por demostrar que no es imprescindible que las jóvenes policías se nos presenten siempre abrumadas por su tormentoso pasado, ni que se tengan obligatoriamente que enamorar (generalmente de algún superior, o del atractivo juez de instrucción) habitualmente hacia la mitad de la historia. Para leer a este tipo de personajes ya sabemos a donde acudir. Desde luego no los encontraremos en las obras de Juanjo Braulio.

"Los hombres, Romi -le dice- tienen que ser como los zapatos: monos, bien de precio y que no te duelan". Patricia hablando con Roma, página 293.


      Porque aquí estamos hablando de otra cosa: de justicia, de venganza, y de literatura de verdad. Juanjo Braulio nos regala una historia dura, un relato magnífico en un estupendo libro.
      De los que dejan poso. De los que nos hacen reflexionar. De los que se instalan en nuestro interior y tiempo después de haberlos terminado todavía permanecen en nuestra cabeza y en nuestro corazón.

"La generosidad, la valentía, la integridad e incluso el mero sentimiento de humanidad resultan ser artículos de lujo que no se pueden pagar cuando la única posesión es la angustia, la pobreza y la desesperación". Página 55.



      En cierta ocasión contaba un amigo (perdona Juanjo, pero no recuerdo de quién es la cita) que el primer libro se escribe para que guste al editor, para así poder conseguir que se llegue a publicar. Que con el segundo se debe intentar gustar a los lectores, afianzando a los que leyeron el primero y consiguiendo nuevos adeptos. Y que es en el tercero cuando al fin el autor consigue desprenderse de esa mochila, desinhibirse y escribir para si mismo, librándose en cierto modo de los lastres anteriores.

      Pues si esto es así no puedo ni imaginar con que nos sorprenderá Juanjo Braulio en el futuro. 
 
      Pero de lo que estoy seguro es de que será otra fantástica historia. Y magistralmente escrita. ¡Enhorabuena, escritor!