viernes, 23 de enero de 2015

Una de chapuzas

Desde hace ya más de dos años una pequeña población de la provincia de Zaragoza posee el dudoso honor de ocupar uno de los primeros puestos mundiales en el hipotético ranking de restauraciones artísticas chapuceras. Me estoy refiriendo, como muchos ya habréis adivinado, a la localidad de Borja, famosa desde agosto del año 2012 por su Ecce Homo. O más concretamente por el remiendo perpetrado por una de sus octogenarias vecinas, una aficionada a la pintura con bastantes ínfulas pero con muy pocas habilidades pictóricas.

Para ilustrar el comentario pensaba incluir un par de imágenes, del antes y el después del "trabajo" de la "restauradora" de cuyo nombre no quiero acordarme, pero en aras del buen gusto os evitaré el mal trago. En todo caso ahí está internet por si alguien quiere verlo. La red está llena de imágenes de la obra original y de cómo está ahora. Incluso circulan multitud de montajes para dar el toque de humor a tan curiosa noticia.

También cabe la posibilidad de verlo en vivo y en directo. Para quien quiera y se pueda desplazar, por el módico precio de un euro (para los mayores de 12 años, menores gratis) se puede realizar la visita. Aunque pueda parecer una broma no lo es. Más de ciento cincuenta mil personas ya lo han hecho.


Pues ahora hemos sabido que no somos los únicos. Que los hay incluso peores por ahí. Concretamente en el Museo Egipcio de El Cairo, donde han batido todos los récords.

Al parecer, por causas que no se han especificado, la famosa máscara mortuoria del faraón Tutankamón que se expone en dicho museo, sufrió un accidente durante una reciente sesión de limpieza (¿?), a consecuencia del cual se le rompió la barba postiza, desprendiéndose del resto.

Estamos hablando de una obra de arte de una enorme belleza y de un valor incalculable, de 54 centímetros de altura y algo más de 10 kilos de peso, toda ella de oro y con incrustaciones de vidrio coloreado y piedras semi preciosas.





 

Ante tal circunstancia, en vez de trasladar la máscara al laboratorio de conservación o a algún departamento de restauración (propio o ageno al museo) para que pudiera ser tratada por personal especializado, se decidió arreglar la rotura inmediatamente, para así no verse obligados a retirar la pieza de la exposición, ya que es uno de los grandes atractivos del museo.
Y allí mismo apareció el listo de turno, ni corto ni perezoso y armado con un tubo de pegamento industrial, para proceder a la "restauración". Al más puro estilo Pepe Gotera y Otilio.


No contento con ello y tras proceder a la soldadura de la pieza parece que se fue animando, y todavía se atrevió a raspar el pegamento sobrante con una espátula ("pa dejarlo niquelao", parece que dijo), produciendo varias rozaduras en el rostro de la máscara, tal y como se puede apreciar en la siguiente imagen.





Sí señor. Con un par.


martes, 13 de enero de 2015

Charlie


Esta es la portada de la revista CHARLIE HEBDO que se publicará mañana.

Han anunciado que saldrá con ¡tres millones! de ejemplares, frente a los sesenta mil habituales. Intentaré hacerme con uno, aunque parece ser que a España no llegarán muchos.






El titular resulta curioso, por lo enigmático de la frase. 
¿Son las víctimas quienes perdonan a sus verdugos? 
¿Acaso los religiosos perdonan a los asesinos? 

¿Quién perdona a quién?


lunes, 5 de enero de 2015

Un buen comi Enzo

Sabido es que los récords están para ser batidos. Y que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.
Me permito traer a colación ambas famosas frases a cuento de las dos únicas noticias que han llenado telediarios y prensa deportiva en general durante los últimos días (la otra, perdonen ustedes, es la del retorno del niño, talludido ya, moderna versión de la falsa monea, aquella que de mano en mano va y ninguno se la quea).

A lo que íbamos. Veintidós.
22, 22, 22, como decía el Duo Sacapuntas.

Por si queda alguien en esta u otra galaxia ajeno a la gran gesta, esa es la cifra en la que se quedaron ayer los diez de negro. De negro arbitral, que la cabra siempre tira al monte; y digo diez porque no eran once, que el otro iba de naranja fosforito.

A puntito, a puntito de batir su récord mundial se quedaron (récord guinness decían los más entendidos). Pero hete aquí que les tocaba visitar un campo de los de verdad (para quien no lo sepa y sobre todo para los que no lo quieren saber, el estadio más veterano de Primera), y enfrentarse a un equipo joven pero aguerrido, que a buen seguro dará mucho que hablar durante los próximos años.

Debido a la coincidencia cromática y para no molestar a los todopoderosos, el colegiado (por llamarlo de alguna manera y no ser tachado de agresivo) decidió cambiar su tradicional indumentaria negra por otra más colorida, y a los pocos minutos supo como recompensar a los Floren boys con un penalti que con cualquier otro equipo en el campo a nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido señalar.
Quince minutos y cero a uno. El guión se cumplía a rajatabla.


Pero algo está cambiando. Algo ha cambiado de unos meses a esta parte. El equipo no se rinde, no baja los brazos. Sigue luchando contra los adversarios aunque sea en inferioridad numérica: once patean el balón; otro se hincha a felicitar las fiestas mostrando tarjetas, solo a los jugadores locales, mientras los otros tres (los auxiliares y el cuarto) miran para otro lado.

Y esa tenacidad, esa lucha, esa entrega, esa garra, ese buen fútbol ofensivo y defensivo lleva a que Barragán (desde ayer Don Antonio) lance un misil que tras impactar en el rey del juego sucio llega al fondo de la red para reestablecer la igualdad en el marcador.

Y continúa el juego, continúan las ganas, aumenta la tensión, hasta que minutos después un salto imperial del gran Nicolás (no confundir con otros pequeños) permite que Otamendi conecte el enésimo cabezazo, en esta ocasión en área contraria, que se cuela por encima de las mediáticas manos del sorprendido cancerbero rival.

Dos a uno. Remontada consumada.

Y de ahí hasta el final, más de lo mismo: más fútbol, más tensión, más faltas inventadas por y para los de negro, un par de pseudorremates del supuesto mejor del mundo, tres minutos de prolongación, y pare usted de contar. Que ya estaba bien la cosa.


Uno, y de penalti, para ellos.
Dos, de los nuestros, para la remontada.
Y tres, los puntos que ayer se quedaron en casa.




No hubo récord, pero hubo justicia.

Sin duda un fenomenal comi Enzo de año ayer en Mestalla.