viernes, 22 de agosto de 2014

Invasión




Apoyó la espalda sobre la roca, intentando recuperar el aliento. Sentía que estaba llegando al límite de sus fuerzas: su vista parecía invadida por la neblina de las montañas; las piernas eran incapaces de soportarle un instante más, apenas sentía el brazo derecho y la cabeza le retumbaba como un tambor en pleno desfile. Su cerebro recibía señales de todo el cuerpo, pero ninguna era positiva. Necesitaba descansar un momento, intentar tranquilizarse y decidir sus próximos movimientos.

Poco a poco el movimiento de su pecho se fue normalizando. Con cada bocanada de aire que llenaba sus pulmones la respiración se iba haciendo más pausada y profunda a la vez, y el corazón recuperaba su ritmo habitual.

Tras varias horas de lucha tenía la garganta seca, y la lengua hinchada y áspera como el esparto. Le vino a la memoria el pequeño riachuelo que bordeaba su aldea y en el que solía zambullirse de niño. ¡Cómo echaba de menos sus aguas serpenteantes, abriéndose camino entre cañizales y palmeras, y cuánto deseaba en aquel momento poder sumergirse en él para refrescarse por dentro y por fuera!

Desde su improvisado refugio y parapetado tras aquella roca alzó la vista para comprobar que el sol apenas despuntaba en el horizonte. Aún estaba lejano el mediodía y el calor ya era insoportable, pero el breve descanso había propiciado que su maltrecho cuerpo recuperara algo de su habitual vitalidad.

Apenas cubierto por unos jirones de sucio paño, empapado en su propio sudor y salpicado de sangre que deseaba que no fuera suya se dispuso a volver junto a sus compañeros. Pero cada paso que daba le resultaba más difícil que el anterior. Sus pies desnudos se hundían en el fangoso terreno, una repulsiva mezcla de barro, sangre y alguna otra sustancia que prefería no identificar.

Su lento caminar se vio sorprendido por un inmenso resplandor. Una luz cegadora que lo paralizó todo, seguida de un rugido que ni la mayor de las tormentas sería capaz de igualar.

Instintivamente se echó al suelo, cubriéndose la cabeza con las manos, y en cuestión de segundos una lluvia de barro, rocas incandescentes y restos desmembrados de lo que hasta un momento antes eran sus compañeros lo cubrió casi por completo.

Definitivamente aquellos seres poseían un armamento muy superior al suyo. Los malditos peludos se habían propuesto acabar con ellos aquel mismo día.


(…)

8 comentarios:

  1. Hola Paco.
    Aunque sigo el blog desde hace tiempo esta es la primera vez que escribo. Me ha gustado la historia y me gustaría que continuara. quien son los peludos?

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    1. Bienvenido al blog y muchas gracias por escribir.
      Me alegro de que te haya gustado la historia y te recomiendo que estés atento porque en breve continuará.
      Un saludo.

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  2. Muy bueno todo lo que escribes. Casi se puede sentir la angustia del protagonista.
    Mola.

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    1. Gracias Pedrito por ser uno de los más fieles seguidores de este blog.

      Muy pronto habrá nuevas entregas del relato. Espero que te continúe gustando y que me envíes tus comentarios.

      Saludos.

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    2. Estupendo.
      Estaré pendiente de la continuación.

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    3. Ya está la segunda parte. Espero que te guste.
      Saludos.

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  3. A mi tamben me gusta.
    Las historias de ciecia ficcion son las que mas me gustan. Ya era hora de que escribieras algo asi.

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    1. Gracias por el comentario.
      Y si te ha gustado el relato ya puedes leer la continuación.
      ¿ciencia? ¿ficción? Bueno. Veremos hacia donde nos lleva el desarrollo de la historia.
      Un saludo.

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