Autor: Santiago Álvarez
Editorial Almuzara, S.L.
1ª edición, octubre de 2016
403 páginas
BIOGRAFÍA
Santiago Álvarez (Murcia, 1973) es fundador y director de contenidos del festival Valencia Negra, que se realiza desde 2013.
Ha escrito, protagonizado y dirigido diferentes musicales y obras dramáticas, y ha grabado varios discos con distintas formaciones.
Colabora habitualmente en programas radiofónicos sobre historia de Valencia y ofrece charlas y conferencias sobre temas históricos y literarios.
Ha escrito, protagonizado y dirigido diferentes musicales y obras dramáticas, y ha grabado varios discos con distintas formaciones.
Colabora habitualmente en programas radiofónicos sobre historia de Valencia y ofrece charlas y conferencias sobre temas históricos y literarios.
Es el primer profesor en España del software para escritores Scrivener, del que realiza talleres presenciales.
Tras debutar con "La Ciudad de la Memoria" (Almuzara, 2015) presenta ahora su segunda novela "El Jardín de Cartón", en la que de nuevo su pareja de protagonistas se verá envuelta en un sinfín de peripecias investigando hechos del pasado y del presente, de la Valencia real y de la imaginada.
SINOPSIS
En marzo, Valencia arde. El fuego, la pasión y la fiesta se adueñan de la ciudad. Tras la primera mascletà, Mejías y Berta, son citados de forma misteriosa por Gaspar Aparisi, empresario que les propone una búsqueda descabellada: encontrar los restos del único whisky producido en tierras valencianas, hace ya doscientos años.
Mejías quiere rechazar el encargo, pero la recompensa es precisamente el dinero que necesita para saldar su deuda con Hacienda.
La investigación les conducirá al corazón de la fiesta fallera, reflejo de una sociedad que esconde más de lo que muestra. Las raíces del asunto se hunden en el fango del pasado, escenarios sepultados por la culpa, el dolor y el odio. Esta nueva aventura obligará a la carismática pareja a enfrentarse con lo peor de sí mismos.
COMENTARIO
Segundo intento de comentar este libro. En el anterior no lo conseguí, porque lo que pretendía ser una breve introducción a este comentario se convirtió por sí mismo en un artículo de opinión (si se le puede llamar así. Perdón por la osadía). Se trataba de hablar a cerca de la posibilidad de ambientar novelas negras y/o policíacas en unas ciudades o en otras, y de la cerrazón de "algunas" en mantener los clichés y lugares comunes de este tipo de literatura, negando la idoneidad de ciudades como Valencia para ambientar sus historias.
Pues para muestra un botón. Santiago Álvarez sitúa su novela en Valencia y, para rizar el rizo, hace que la acción se desarrolle durante los primeros días del mes de marzo. En plenas Fallas. Por si quedaba alguna duda... Tema zanjado.
En este su segundo libro Santiago Álvarez nos regala una nueva aventura del detective Mejías y su fiel ayudante Berta. Dos seres tan distintos que tal vez por ello se complementan a la perfección. En esta extraña pareja los papeles intercambiados hacen que el adulto sea un tipo inconstante, irresponsable, amante de las causas perdidas y que solamente es fiel a sus ídolos, a su pesimismo y a sí mismo. "Yo solo creo en los payasos de la tele. Y en San Bogart y Santa Bacall, patrones del gremio de detectives" (Mejías, página 332). Alcohólico, pesimista y solitario. Poseedor de "un carácter excéntrico, amor por el pasado, y un físico que no resistiría ni medio asalto contra los matones de cualquier cuerpo de seguridad al uso o contra, básicamente, cualquier cuerpo" (página 33). Que no quiere confiar en nadie porque sabe que terminarán decepcionándole y que se define a sí mismo al afirmar "Yo no creo en milagros, creo en los hechos. Y en el cine de Humprey Bogart, aunque no necesariamente por ese orden" (página 125).
Por el contrario Berta, pese a ser apenas una adolescente, es el contrapunto para quetodo algo funcione. Mal pagada -cuando consigue cobrar y no ser ella la que corra con todos los gastos- y a menudo no demasiado bien tratada por su jefe, es quien intenta poner algo de orden y cordura en la vida del detective. "La muchacha se vió a sí misma como la hermana mayor de un detective adolescente" (página 202). Responsable, fiel y poseedora de una memoria eidética de la que Mejías se burla constantemente.
Junto a ellos aparecen un buen número de personajes secundarios indispensables en el desarrollo de la historia: constructores, periodistas, banqueros (no necesariamente todos ellos delincuentes), frente a personas humildes que solo pretenden continuar con sus vidas y sus ocupaciones; la alta sociedad en contraposición con la gente llana. Cada cual representando el papel que le ha tocado en la tragicomedia de sus vidas, en ese juego de apariencias que muy bien resume, metafóricamente, el título del libro.
Porque nos encontramos ante una novela de contrastes, en la que abundan los personajes humildes, personas corrientes que se ven enfrentados a las injusticias de los poderosos; en una acción que se desarrolla en la actualidad pero que hunde sus raíces en las historias familiares de generaciones pasadas; en modernos edificios construidos con herencias de dudosa procedencia; de fiestas privadas y de obreros que con sus manos pretenden vengar afrentas e injusticias; del fantasma de un licor perdido en el tiempo y el aroma de Laphroag que empapa todo el libro.
Y en una mezcla de géneros en la que el autor nos va llevando desde minuciosas descripciones del esplendor de épocas pasadas a escenas de acción con rocambolescas persecuciones, algunas peleas y la necesaria dosis de sangre; de escenas cómicas y en ocasiones hilarantes a otras realmente duras que consiguen helarnos la sonrisa y estremecernos el corazón.
En este punto me gustaría destacar la magistral utilización del tono humorístico por parte del autor. El humor está muy presente a lo largo de todo el libro, y no solo como el necesario contrapunto a escenas más sórdidas o emocionales, sino que constituye por méritos propios uno de los pilares sobre los que se edifica la historia.
Las escenas (y los propios personajes) que se desarrollan en la casa de los Fuster -a semejanza de la famosa 13 rue del Percebe-, las continuas meteduras de pata de Mejías, alguna persecución policial entre cañas y barro, otras a pie y rodeados de ninots, o la grotesca y desternillante escena de la cremà de la falla infantil son estupendos ejemplos.
Pero Santiago Álvarez también se nos muestra como un maestro de las descripciones, tanto de personajes como de lugares y sensaciones. En este punto destacan las de las mansiones y formas de vida reflejadas en la parte histórica del libro. Pero por encima de todas ellas cabe destacar la impresionante descripción de la primera mascletà fallera. Apenas dos páginas casi en el arranque del libro con las que Santiago consigue algo tan difícil como contar con palabras las sensaciones que se viven en esa situación. Algo que solo pueden saber, comprender y valorar quienes han asistido a infinidad de espectáculos pirotécnicos en el "trapecio histórico de la ciudad".
Capítulo especial merecerían por sí solos los nombres de los diferentes personajes. La maestría que demuestra Santiago para describir personajes y situaciones llega a su máxima expresión al conseguir en muchos casos decir tanto de ellos con tan solo una palabra. Y es que el nombre o el apellido de cada personaje representa toda una declaración de intenciones. Sirvan como ejemplos el poderoso Augusto Lloret, Adan y Eva (Mayans y Fuster), la incombustible Julia Ferrer, Minerva, Juno, el muy periodístico Jordi Domenec y, por supuesto el padre Damián.
O Fausto Fuster, un carpintero que trabaja desde una silla de ruedas, y sus hermanos Cándido, Plácido y Benigno "Un ciego que habla sin que nadie le escuche, un sordo que escribe historias que nadie leerá y un mudo que hace fotografías que nadie puede ver" (página 262). Ellos son Los Tercios. "Nos llaman así en el barrio. Juntos formamos casi una persona normal" como explica el propio Cándido (página 106).
Hasta el gato medio abandonado de Mejías, al que apenas hace caso y que sobrevive gracias a los cuidados y atenciones de la siempre diligente Berta, tiene un nombre significativo: Zero.
Y los nombres de las distintas comisiones que, pese a ser inventados, resultan muy reconocibles, así como alguna referencia a cierto Cuaderno Rojo (aunque ambas circunstancias resultarán menos evidentes, excepto para los entendidos en la materia).
Personajes y escenarios que circulan a gran velocidad a lo largo de esta historia, que es una auténtica contra reloj. La acción se desarrolla en unos pocos días -los 19 días que duran las fallas-, que es a su vez el mismo plazo del que dispone Mejías para pagar una deuda que amenaza con terminar con su local, su negocio y su modo de vida. "No puedo pagar cuarenta mil euros a Hacienda, pero al menos no renunciaré a mi personaje" (Mejías, página 135), y que también es la misma fecha en la que se cumplirá un desahucio que es una de las claves de la historia. Todo sincronizado en una imparable cuenta atrás.
Una historia que contiene varias historias. Un libro que soporta varios niveles de lectura. Unos personajes que pese a ser inventados están muy bien paridos por el autor.
Santiago Álvarez domina muchos palos. Pese a no ser valenciano conoce perfectamente la ciudad en la que lleva años viviendo, sin duda mucho mejor que la mayoría de los que aquí hemos nacido y vivido. Se atreve a tratar temas hasta ahora poco usuales en la literatura y lo hace demostrando rigor, conocimiento y preparación. Y derrochando un sentido del humor que fluctúa desde la fina ironía a la más pura caricatura, en un tono que resulta siempre adecuado a la trama y respetuoso con el lector. (O quizá no tanto para algunos. Peor para ellos).
Y además Santi canta bien y sabe tocar la guitarra, ¿qué más se le puede pedir? Pues que continúe escribiendo historias.
Historias de Berta y Mejías, o de lo que le venga en gana. Eso que ganaremos los lectores.
En este su segundo libro Santiago Álvarez nos regala una nueva aventura del detective Mejías y su fiel ayudante Berta. Dos seres tan distintos que tal vez por ello se complementan a la perfección. En esta extraña pareja los papeles intercambiados hacen que el adulto sea un tipo inconstante, irresponsable, amante de las causas perdidas y que solamente es fiel a sus ídolos, a su pesimismo y a sí mismo. "Yo solo creo en los payasos de la tele. Y en San Bogart y Santa Bacall, patrones del gremio de detectives" (Mejías, página 332). Alcohólico, pesimista y solitario. Poseedor de "un carácter excéntrico, amor por el pasado, y un físico que no resistiría ni medio asalto contra los matones de cualquier cuerpo de seguridad al uso o contra, básicamente, cualquier cuerpo" (página 33). Que no quiere confiar en nadie porque sabe que terminarán decepcionándole y que se define a sí mismo al afirmar "Yo no creo en milagros, creo en los hechos. Y en el cine de Humprey Bogart, aunque no necesariamente por ese orden" (página 125).
Por el contrario Berta, pese a ser apenas una adolescente, es el contrapunto para que
Junto a ellos aparecen un buen número de personajes secundarios indispensables en el desarrollo de la historia: constructores, periodistas, banqueros (no necesariamente todos ellos delincuentes), frente a personas humildes que solo pretenden continuar con sus vidas y sus ocupaciones; la alta sociedad en contraposición con la gente llana. Cada cual representando el papel que le ha tocado en la tragicomedia de sus vidas, en ese juego de apariencias que muy bien resume, metafóricamente, el título del libro.
Porque nos encontramos ante una novela de contrastes, en la que abundan los personajes humildes, personas corrientes que se ven enfrentados a las injusticias de los poderosos; en una acción que se desarrolla en la actualidad pero que hunde sus raíces en las historias familiares de generaciones pasadas; en modernos edificios construidos con herencias de dudosa procedencia; de fiestas privadas y de obreros que con sus manos pretenden vengar afrentas e injusticias; del fantasma de un licor perdido en el tiempo y el aroma de Laphroag que empapa todo el libro.
Y en una mezcla de géneros en la que el autor nos va llevando desde minuciosas descripciones del esplendor de épocas pasadas a escenas de acción con rocambolescas persecuciones, algunas peleas y la necesaria dosis de sangre; de escenas cómicas y en ocasiones hilarantes a otras realmente duras que consiguen helarnos la sonrisa y estremecernos el corazón.
En este punto me gustaría destacar la magistral utilización del tono humorístico por parte del autor. El humor está muy presente a lo largo de todo el libro, y no solo como el necesario contrapunto a escenas más sórdidas o emocionales, sino que constituye por méritos propios uno de los pilares sobre los que se edifica la historia.
Las escenas (y los propios personajes) que se desarrollan en la casa de los Fuster -a semejanza de la famosa 13 rue del Percebe-, las continuas meteduras de pata de Mejías, alguna persecución policial entre cañas y barro, otras a pie y rodeados de ninots, o la grotesca y desternillante escena de la cremà de la falla infantil son estupendos ejemplos.
Pero Santiago Álvarez también se nos muestra como un maestro de las descripciones, tanto de personajes como de lugares y sensaciones. En este punto destacan las de las mansiones y formas de vida reflejadas en la parte histórica del libro. Pero por encima de todas ellas cabe destacar la impresionante descripción de la primera mascletà fallera. Apenas dos páginas casi en el arranque del libro con las que Santiago consigue algo tan difícil como contar con palabras las sensaciones que se viven en esa situación. Algo que solo pueden saber, comprender y valorar quienes han asistido a infinidad de espectáculos pirotécnicos en el "trapecio histórico de la ciudad".
Capítulo especial merecerían por sí solos los nombres de los diferentes personajes. La maestría que demuestra Santiago para describir personajes y situaciones llega a su máxima expresión al conseguir en muchos casos decir tanto de ellos con tan solo una palabra. Y es que el nombre o el apellido de cada personaje representa toda una declaración de intenciones. Sirvan como ejemplos el poderoso Augusto Lloret, Adan y Eva (Mayans y Fuster), la incombustible Julia Ferrer, Minerva, Juno, el muy periodístico Jordi Domenec y, por supuesto el padre Damián.
O Fausto Fuster, un carpintero que trabaja desde una silla de ruedas, y sus hermanos Cándido, Plácido y Benigno "Un ciego que habla sin que nadie le escuche, un sordo que escribe historias que nadie leerá y un mudo que hace fotografías que nadie puede ver" (página 262). Ellos son Los Tercios. "Nos llaman así en el barrio. Juntos formamos casi una persona normal" como explica el propio Cándido (página 106).
Hasta el gato medio abandonado de Mejías, al que apenas hace caso y que sobrevive gracias a los cuidados y atenciones de la siempre diligente Berta, tiene un nombre significativo: Zero.
Y los nombres de las distintas comisiones que, pese a ser inventados, resultan muy reconocibles, así como alguna referencia a cierto Cuaderno Rojo (aunque ambas circunstancias resultarán menos evidentes, excepto para los entendidos en la materia).
Personajes y escenarios que circulan a gran velocidad a lo largo de esta historia, que es una auténtica contra reloj. La acción se desarrolla en unos pocos días -los 19 días que duran las fallas-, que es a su vez el mismo plazo del que dispone Mejías para pagar una deuda que amenaza con terminar con su local, su negocio y su modo de vida. "No puedo pagar cuarenta mil euros a Hacienda, pero al menos no renunciaré a mi personaje" (Mejías, página 135), y que también es la misma fecha en la que se cumplirá un desahucio que es una de las claves de la historia. Todo sincronizado en una imparable cuenta atrás.
Una historia que contiene varias historias. Un libro que soporta varios niveles de lectura. Unos personajes que pese a ser inventados están muy bien paridos por el autor.
Santiago Álvarez domina muchos palos. Pese a no ser valenciano conoce perfectamente la ciudad en la que lleva años viviendo, sin duda mucho mejor que la mayoría de los que aquí hemos nacido y vivido. Se atreve a tratar temas hasta ahora poco usuales en la literatura y lo hace demostrando rigor, conocimiento y preparación. Y derrochando un sentido del humor que fluctúa desde la fina ironía a la más pura caricatura, en un tono que resulta siempre adecuado a la trama y respetuoso con el lector. (O quizá no tanto para algunos. Peor para ellos).
Y además Santi canta bien y sabe tocar la guitarra, ¿qué más se le puede pedir? Pues que continúe escribiendo historias.
Historias de Berta y Mejías, o de lo que le venga en gana. Eso que ganaremos los lectores.
Pedazo de reseña amigo. Se nota que te ha gustado el libro.
ResponderEliminarNo lo conocía, pero me lo apunto. Como autoregalo de navidades.
Gracias Aramaca. Espero que te guste.
EliminarTodavía no lo he leído pero en cuanto termine el que tengo entre manos me pongo a ello.
ResponderEliminarTodo los comentarios son muy positivos así que estoy segura de que me gustará tanto o más que el anterior.
Espero que te guste. Ya me contarás.
EliminarSaludos Mariola.
Estoy ahora mismo con él y me está encantando.
ResponderEliminarYa te contaré cuando lo termine.
Saludos
ok. Que lo disfrutes.
EliminarUn abrazo, Pepet.
Lo tengo esperando es la estantería,con La ciudad de la memoria disfruté muchísimo,espero hacerlo con este también.
ResponderEliminarBesos
Pues no lo dejes esperar mucho tiempo. Estoy seguro de que te gustará.
Eliminar1b7.
Tiene muy buena pinta. Todo lo que leo de este libro es a favor. ¡Ya se que pedir de regalo navideño!
ResponderEliminarBuena elección Pedrito.
EliminarA por ello.
Muy fan de Santiago Alvarez. Me gustó mucho su primer libro pero con este ha conseguido superarse.
ResponderEliminarSomos muchos, Ramón. Y cada vez más.
EliminarSe me olvidaba. Me ha gustado mucho tu reseña. Tremendo resumen del libro, amigo.
ResponderEliminarMuchas gracias. ¡Cómo alegra leer comentarios así!
EliminarUn abrazo.
Pero que pasa por ahí que sale tanta y tan buena novela negra/criminal/policial/gansteril?
ResponderEliminar¿Será el agua? ¿El clima? ¿El arroz?
Algo tendrá el Mediterráneo.
Algo habrá, sin duda.
EliminarAunque hay quien opina lo contrario. Ya sabes: tiene que haber de todo.
Parece que merece la pena. Me lo apunto.
ResponderEliminarHarás bien Cosme.
EliminarY si además de apuntarlo lo lees, mucho mejor. Estoy seguro de que lo disfrutarás.
Saludos.
No conozco al autor pero por lo que dices del libro no me importaría leerlo.
ResponderEliminarPues ánimo y a por él, Luispe.
EliminarEspero que te guste.
de esta si que habra pelicula no? Porque tiene toda la pinta.
ResponderEliminarPues de momento no se nada de eso, pero creo que se podría hacer. Aunque algunas partes me parecen bastante difíciles de llevar a la pantalla. Sería curioso ver cómo lo consiguen.
EliminarTu siempre dando ideas, Sevillano.
Me lo apunto. Con semejante crítica quien se resiste.
ResponderEliminarHaces bien Natalia.
EliminarEspero que lo leas, que lo disfrutes y que me lo cuentes.
1b7.