Comenzaba ayer la jornada regalándonos una bella imagen de la ciudad de Barcelona -cielo azul y altura de miras-. Aunque después resultó, como tantas cosas últimamente, ser más falsa que un euro de madera. Correspondía a otro día, ya que en ella no se vislumbraba ni sombra de las nubes que en ese momento surcaban el cielo barcelonés.
Poco después se resolvía el misterio, congelando la sonrisa que algunos crédulos todavía mantenían, convirtiendo la aparente firmeza anterior en un temblor que recorría cuerpos y almas.
El (no) elegido, el enviado (no se sabe por quién), el guía de toda una patria que había prometido llevarlos a la arcadia feliz se revelaba ahora al mundo (revelaba con "v", con "b" que lo hagan otros si se atreven) como un viajero infatigable, un moderno Willy Fog en busca de una rendija, de alguna triquiñuela jurídica con la que salvar su molt honorable posadera.
Y para ello había elegido un destino dentro de la húmeda y vieja Europa, donde también llueve y truena, aunque nunca a gusto de todos. No podía haber elegido mejor lugar donde esconderse. Ningún país europeo hay tan español como Bélgica.
(Balones y flamencos. La imagen más arquetípica de la España que tanto detesta).
El ser especial ha huido, el mesías ha abandonado a los suyos, con una pequeña cohorte de "valientes elegidos". Convertidos, quizás en unas horas, en un simple partida de prófugos de la justicia.
jajaja
ResponderEliminarGrande, amigo.
Se sigue considerando un salvador de la patria, lo peor que le puede pasar a un politico, creerse sus propias mentiras.
ResponderEliminarSaludos.