lunes, 26 de mayo de 2014

El espía

Las campanadas del viejo reloj le despertaron, anunciándole que había llegado el momento. Con dificultad recogió la manta caída a sus pies y sorteando el escaso mobiliario se dirigió a la ventana. Apartó ligeramente la cortina y allí permaneció inmóvil y en silencio, agazapado en su puesto de observación.

Tan solo unos minutos después, aunque a él le pareció que llevaba años en la misma postura, la vio aparecer. Caminaba por la otra acera, como en una sucesión de imágenes estroboscópicas provocadas por las frondosas moreras que le interrumpían la visión. ¡Malditos árboles! Cómo deseaba que el otoño se llevara aquellas hojas que tanta incomodidad le causaban.




El plan era sencillo. Llevaba tiempo espiándola, viéndola pasar cada tarde, y conocía de sobra sus rutinas horarias. Simplemente la esperaría en la calle, se acercaría a ella y la abordaría.

Incluso había preparado una especie de guión de la conversación que mantendrían. O al menos de su parte del diálogo. Con la mejor de sus sonrisas le preguntaría si conocía alguna farmacia por la zona, que por descontado él sabía que se encontraba dos calles más allá, en la misma dirección que ella llevaba. Sin duda le indicaría el camino. Tal vez incluso se ofrecería a acompañarle durante un tramo. Eso sería suficiente.

No podía fallar. Estaba seguro de que el plan funcionaría. Cualquiera en su lugar sería capaz de hacerlo.


Pero no se podía engañar. Era consciente de su situación y de las dificultades que tenía para relacionarse con el resto del mundo. Por eso mismo sabía que llegado el momento se quedaría embobado, incapaz de articular palabra alguna, mientras el rubor le iría cubriendo las mejillas obligándole a marcharse lo antes posible.


Una vez más vio como la mujer pasaba sin detenerse, recorriendo toda la calle para desaparecer un poco más allá, al girar a la derecha. Como si fuera camino de la farmacia.

Dejó caer la cortina, se ajustó firmemente los guantes y, con la misma languidez con la que las lágrimas resbalaban por su rostro, se dirigió en su silla de ruedas al rincón donde pasaría el día.

5 comentarios:

  1. Me gusta como escribes. Las historias con final que no te esperas son las que mas me gustan

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    1. Muchas gracias.
      A mi también me gustan ese tipo de historias en las que no todo es lo que parece, y en las que el final sorprenda de alguna manera.
      Si lo he conseguido me doy por satisfecho.

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  2. Sorprendente relato con un tierno final.

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  3. Pues yo diría más bien que es una historia de intriga con un final sorprendente.

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    1. Me gusta jugar un poco con la historia para que el final sorprenda de alguna manera. Que sea algo que no se espera del desarrollo del relato.

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