Libertad de expresión. Imaginemos que hubiera un presidente de las cortes inflexible a la hora de cumplir y hacer cumplir el reglamento, y que ordenara desalojar de la tribuna de invitados a una ciudadana por cometer el gravísimo delito de mencionar, en sede parlamentaria y con una voz tan menuda como su propio cuerpo, la palabra verguenza. Imaginemos que ese mismo personaje fuera incapaz de responder a una sola de las preguntas formuladas por un periodista a cerca de sus actuaciones con las víctimas de un accidente de metro. Punto.
Libertad de opinión. Imaginemos ahora a un importante político provincial que manifestara públicamente que "no pude decir lo que piensa, porque si lo hiciera habría consecuencias". Y que tras soltar esta perla se quedara más ancho que largo (cosa, por otra parte, nada difícil). Juego.
Libertad de decisión. Por último pensemos en un diputado imputado que contra viento y marea se aferra al sillón. Los suyos le piden 11 años de cárcel, total, por unos eurillos de nada. Él se niega a dimitir, para continuar en su escaño. Y quien puede echarlo no se atreve (¿por miedo a lo que sabrá, a lo que hará, a lo que dirá?) Set.
Y mientras tanto el jefe de todos ellos, el del curso de liderazgo que a punto estuvimos de pagarle entre todos, mirando para otro lado. Ayer, en el tenis. En París.
Como bien dijo David Ferrer después de recoger su trofeo de finalista en Roland Garros "al final esto es solo un juego, y hay cosas mucho más importantes". ¡Grande Ferru! Aunque él se refería al tenis. Partido.
Interesante. Estoy deacuerdo con lo que dices.
ResponderEliminarMuchas gracias por visitar el blog y por hacer el primer comentario, querid@ Anónimo.
ResponderEliminarEspero que repitas en otra ocasión.