martes, 15 de diciembre de 2015

Un gallego, el Sr. "Ruiz" y otro que pasaba por allí


Llegó el momento deseado. El más esperado en mucho tiempo. El que tenía que decidir quién será el mandamás entre los mandamases. El único enfrentamiento al que se digna asistir el barbudo registrador (de la propiedad) y la única (¿y la última?) oportunidad para el aspirante "modelo" socialista.

A la izquierda de la imagen el candidato Pedro: con unos cuantos papeles, algún que otro gráfico de colorines y un gran cuadro resumen en el que tiene esquematizado todo lo que pretende decir y donde incluso parece ir tachando los distintos temas conforme van siendo abordados.

A la derecha, como es natural, el candidato Mariano: más papeles, alguno de ellos con subrayados de colorines y otros todavía con las barbas sin afeitar (los papeles, no el candidato, que también). Auténticas hojas de libreta, de cuaderno escolar con gusanillo, con aspecto de recién arrancadas. Desaliñadas, antiguas, decadentes.

Y en medio de los dos, en el centro de la mesa y de la imagen, la efigie de quien, supuestamente, había de dirigir el debate. Un señor mayor (viejuno, de otra época) al que todo el mundo obviaba, que parecía un elemento más del escaso mobiliario y que intentaba de vez en cuando que se hablara de Cataluña; que intercalaba alguna pregunta "recibida por internet" de colegas, ellos sí, en activo en el ejercicio de la profesión. Que ni podía ni conseguía moderar las intervenciones, ni proponer temas al debate, ni impedir los desequilibrios en el tiempo, ni las interrupciones continuas de los debatientes. Ni los malos modos ni las peores palabras. El supuesto moderador al que no han tardado en  bautizar como "el presentador bisiesto", ya que solo presenta un programa cada cuatro años. Y mejor así.




En cuanto al debate en sí, en principio lo esperado: el presidente vanagloriandose de los éxitos obtenidos en materia económica, gran labor a pesar de la herencia recibida. Ni una palabra de los recortes. Ni un atisbo de autocrítica en quien nos quiere hacer creer que se cree lo que dice, pero que es incapaz de enlazar tres frases seguidas sin enredarse en sus habituales silogismos. Marianismo creo que se denomina la corriente filosófica que encabeza.
Y lo que es más increíble todavía, sorprendiéndose de que su contrincante le ataque donde más le duele: en la corrupción, en el dinero B, en los sobres, en el "se fuerte, Luis". Hasta un niño de primaria sabía cual iba a ser la estrategia del aspirante. Todos lo sabíamos y lo esperábamos. Al parecer todos menos el propio Mariano.

El otro contendiente al ataque. Duro y a la yugular. Como si no hubiera un mañana. Tal fue el ardor de sus comentarios y la fogosidad con la que los proponía que empezó a gustarse a sí mismo, y se fue envalentonando y subiendo de tono hasta que de tanto levitar, cuando menos lo esperaba, perdió pie y se dio de bruces en el suelo. En el suelo o en el fango, por mejor decir. 


Intercambio de palabras gruesas. De insultos que no se debieron ni proferir ni permitir (Sr. Campos, ¿está usted ahí o se ha dormido también?), y a partir de ese momento el debate, si es que lo había habido en algún momento, pasó a mejor vida. Como la esperanza de quienes, estupefactos, lo veían por televisión a la espera de contrastar opiniones, propuestas y programas electorales.

Si algún iluso votante, con la mejor de las intenciones posibles, esperaba el famoso cara a cara para definir su voto, sin duda anoche lo consiguió. Imagino a los candidatos de los partidos ausentes (Iglesias, Rivera e incluso Garzón) frotándose las manos en la convicción de que cada frase, cada tic nervioso y cada mirada al infinito de la pareja estelar se traducía en votos para cualquiera de ellos tres. Porque no creo que nadie en su sano juicio se decida a votar a alguno de los dos aspirantes por el espectáculo que nos ofrecieron anoche entorno a aquella extraña mesa (que esa es otra, ¡vaya tela de mesita que colocaron los de la Academia!)


Pero, afortunadamente, el lamentable debate ya es historia. Sin duda y desde ya mismo estoy convencido de que el televisivo cara a cara pasará a estudiarse en las facultades de Ciencias de la Información de medio mundo (y en las de Ciencias Políticas del otro medio). Porque, señoras y señores votantes de buena voluntad, sean ustedes conscientes de que lo que vieron anoche fue algo muy grande: conseguir que en un debate entre dos contendientes pierdan los dos y que los ganadores sean todos aquellos que no han sido invitados a acudir es un hito al alcance de muy pocos. Y, tal vez, la última aportación a la democracia de los dos mastodontes que desde hace varias décadas venían sucediéndose en el gobierno del país. Bien merecido lo tendrán.


Pero no olvidemos que esto es España, y por tanto cualquier cosa (y su contraria) puede suceder el próximo domingo. ¡Suerte para todos! La vamos a necesitar.


14 comentarios:

  1. No vi el debate y me alegro de no haberlo visto. No me interesa lo que puedan decir esos dos. Mi voto está claro desde hace tiempo.

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    1. Eso está muy bien. Me refiero a lo de tener el voto decidido, pero me parece que nunca está de más ver lo que tienen que decir los "aparentes" candidatos con más posibilidades.
      Yo también espero y deseo que ninguno de ellos sea el nuevo presidente.

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  2. Esa es la palabra que mejor lo define. ¡Viejuno!

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    1. Bastante rancio todo, ciertamente.
      Felices fiestas, M. Carmen.

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  3. Vaya tres patas para un banco. La imagen lo dice todo.

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    1. jajaja
      Amigo Montes. Acertado resumen el tuyo. Como siempre.
      Te deseo lo mejor en estas fechas navideñas y "para siempre jamás".
      Saludos.

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  4. Pues a mi me gusto Sanchez. mas caña le tendria que haver dao.

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    1. Para gustos se hicieron los colores, amigo Sevillano.
      Aprovecho la ocasión para enviarte un fuerte abrazo y los mejores deseos para estas fechas que se avecinan.
      ¡Felices Fiestas!

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  5. Que triste espectáculo tanto de uno como del otro. Del presentador mejor ni hablar. Solo espero que nadie lo olvide de aquí al domingo y que ninguno de los dos se convierta en presidente de este país.

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    1. Sabias palabras, Alex. Las suscribo punto por punto.
      Veremos lo que pasa el domingo. En todo caso ¡Felices Fiestas!

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  6. Menudo lio.
    Esperaba un resultado complicado, pero me parece que vamos a otras elecciones en unos meses.

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    1. Tiene toda la pinta de que así será. Y lo mejor es que nadie tiene ni idea de cuál puede ser el resultado de unas nuevas elecciones.
      Estaremos atentos a los acontecimientos.

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