viernes, 18 de diciembre de 2015

Mis lecturas de 2015


Como colofón a este mi primer año publicando en el blog las reseñas de los libros a medida que los voy leyendo, me apetecía terminarlo con la lista de mis favoritos. No será (ni pretende serlo) una lista de los mejores y los peores del año; tan solo de lo que a mi personalmente más me ha gustado.

A lo largo de este 2015 he publicado 28 reseñas, aunque los libros leídos en este periodo han sido unos cuantos más. Muchos autores -algunos de ellos por partida doble-, y multitud de historias y de personajes con los que he disfrutado durante el año. 

Como no puede ser de otra manera, no siempre acierta uno al elegir el libro que leer. De ahí que entre mis lecturas de este año haya habido de todo: algunos me han encantado; otros han conseguido entretenerme, y unos cuantos... ni siquiera los he reseñado en el blog. Poquitos,  pero también los ha habido. Vamos por partes.


Entre los libros que más me han gustado en este 2015, y por orden cronológico de lectura, destacaría en primer lugar "Caída y auge de Reginald Perrin", de David Nobbs. Un estupendo relato en clave humorística del que tengo pendiente la lectura de su continuación.

Capítulo especial merece "En la orilla", del tristemente desaparecido Rafael Chirbes. El maestro nos dejó este verano, pero sus obras permanecerán para siempre como testimonio escrito de unos tiempos y unas gentes tan siniestros como reales.

En tercer lugar me gustaría destacar a Murakami y su "Baila, baila, baila". Para muchos un escritor sobrevalorado; para otros uno de los grandes de la actualidad; para todos el eterno candidato al novel. Y para mi un magnífico escritor (eso sí, para quien consiga entrar en su particular universo) con el que siempre disfruto y del que todavía tengo pendiente alguna lectura.

A continuación lo que para mi ha constituído todo un descubrimiento. David Safier y sus "28 días". Un fantástico relato, duro pero esperanzador en el fondo, de hasta dónde puede llegar el ser humano en situaciones tan límite como la Varsovia dominada por los nazis. Una estupenda historia fenomenalmente escrita.

Y para completar el repóker de ases de este año, Juanjo Braulio y "El silencio del pantano". Una fantástica historia, compendio de novela negra, policíaca, y retrato social, de lo mejor que he leído en mucho tiempo y con la que he descubierto a un autor del que espero continuar disfrutando en el futuro. (Eres muy grande, Juanjo).


Cinco autores distintos y cinco libros estupendos. Para leer en cualquier ocasión; para disfrutar leyendo y/o para regalar.


También me gustaría destacar a dos autores a los que conocía de otros ámbitos y que ahora he descubierto como escritores. Me refiero al televisivo Carlos del Amor y a la actriz y productora teatral Cristina Higueras. Cada uno en su línea: con sus historias cotidianas y sus múltiples recovecos el uno; con sus asesinatos y la investigación policial la otra. Tan distintos y tan interesantes ambos.

Y otros cuatro autores a los que también descubrí este año y que han pasado a formar parte de mi lista de favoritos: Mikel Santiago, Blas Ruiz Grau, J.L.Rod y Alexis Ravelo.     



Hasta aquí el resumen de mi año literario. Alguna comedia, mucha -y buena- novela negra, un poquito de novela histórica, toques de intriga y fantástica e incluso algún que otro best-seller.


Quiero aprovechar esta que posiblemente será la última entrada del año, para desearos a todos vosotros, queridos lectores de este vuestro blog, unas muy felices fiestas navideñas. Y que el próximo año se cumplan todos y cada uno de vuestros mejores deseos.



Bon Nadal!   ¡Feliz y literario 2016!



martes, 15 de diciembre de 2015

Un gallego, el Sr. "Ruiz" y otro que pasaba por allí


Llegó el momento deseado. El más esperado en mucho tiempo. El que tenía que decidir quién será el mandamás entre los mandamases. El único enfrentamiento al que se digna asistir el barbudo registrador (de la propiedad) y la única (¿y la última?) oportunidad para el aspirante "modelo" socialista.

A la izquierda de la imagen el candidato Pedro: con unos cuantos papeles, algún que otro gráfico de colorines y un gran cuadro resumen en el que tiene esquematizado todo lo que pretende decir y donde incluso parece ir tachando los distintos temas conforme van siendo abordados.

A la derecha, como es natural, el candidato Mariano: más papeles, alguno de ellos con subrayados de colorines y otros todavía con las barbas sin afeitar (los papeles, no el candidato, que también). Auténticas hojas de libreta, de cuaderno escolar con gusanillo, con aspecto de recién arrancadas. Desaliñadas, antiguas, decadentes.

Y en medio de los dos, en el centro de la mesa y de la imagen, la efigie de quien, supuestamente, había de dirigir el debate. Un señor mayor (viejuno, de otra época) al que todo el mundo obviaba, que parecía un elemento más del escaso mobiliario y que intentaba de vez en cuando que se hablara de Cataluña; que intercalaba alguna pregunta "recibida por internet" de colegas, ellos sí, en activo en el ejercicio de la profesión. Que ni podía ni conseguía moderar las intervenciones, ni proponer temas al debate, ni impedir los desequilibrios en el tiempo, ni las interrupciones continuas de los debatientes. Ni los malos modos ni las peores palabras. El supuesto moderador al que no han tardado en  bautizar como "el presentador bisiesto", ya que solo presenta un programa cada cuatro años. Y mejor así.




En cuanto al debate en sí, en principio lo esperado: el presidente vanagloriandose de los éxitos obtenidos en materia económica, gran labor a pesar de la herencia recibida. Ni una palabra de los recortes. Ni un atisbo de autocrítica en quien nos quiere hacer creer que se cree lo que dice, pero que es incapaz de enlazar tres frases seguidas sin enredarse en sus habituales silogismos. Marianismo creo que se denomina la corriente filosófica que encabeza.
Y lo que es más increíble todavía, sorprendiéndose de que su contrincante le ataque donde más le duele: en la corrupción, en el dinero B, en los sobres, en el "se fuerte, Luis". Hasta un niño de primaria sabía cual iba a ser la estrategia del aspirante. Todos lo sabíamos y lo esperábamos. Al parecer todos menos el propio Mariano.

El otro contendiente al ataque. Duro y a la yugular. Como si no hubiera un mañana. Tal fue el ardor de sus comentarios y la fogosidad con la que los proponía que empezó a gustarse a sí mismo, y se fue envalentonando y subiendo de tono hasta que de tanto levitar, cuando menos lo esperaba, perdió pie y se dio de bruces en el suelo. En el suelo o en el fango, por mejor decir. 


Intercambio de palabras gruesas. De insultos que no se debieron ni proferir ni permitir (Sr. Campos, ¿está usted ahí o se ha dormido también?), y a partir de ese momento el debate, si es que lo había habido en algún momento, pasó a mejor vida. Como la esperanza de quienes, estupefactos, lo veían por televisión a la espera de contrastar opiniones, propuestas y programas electorales.

Si algún iluso votante, con la mejor de las intenciones posibles, esperaba el famoso cara a cara para definir su voto, sin duda anoche lo consiguió. Imagino a los candidatos de los partidos ausentes (Iglesias, Rivera e incluso Garzón) frotándose las manos en la convicción de que cada frase, cada tic nervioso y cada mirada al infinito de la pareja estelar se traducía en votos para cualquiera de ellos tres. Porque no creo que nadie en su sano juicio se decida a votar a alguno de los dos aspirantes por el espectáculo que nos ofrecieron anoche entorno a aquella extraña mesa (que esa es otra, ¡vaya tela de mesita que colocaron los de la Academia!)


Pero, afortunadamente, el lamentable debate ya es historia. Sin duda y desde ya mismo estoy convencido de que el televisivo cara a cara pasará a estudiarse en las facultades de Ciencias de la Información de medio mundo (y en las de Ciencias Políticas del otro medio). Porque, señoras y señores votantes de buena voluntad, sean ustedes conscientes de que lo que vieron anoche fue algo muy grande: conseguir que en un debate entre dos contendientes pierdan los dos y que los ganadores sean todos aquellos que no han sido invitados a acudir es un hito al alcance de muy pocos. Y, tal vez, la última aportación a la democracia de los dos mastodontes que desde hace varias décadas venían sucediéndose en el gobierno del país. Bien merecido lo tendrán.


Pero no olvidemos que esto es España, y por tanto cualquier cosa (y su contraria) puede suceder el próximo domingo. ¡Suerte para todos! La vamos a necesitar.


martes, 1 de diciembre de 2015

"El silencio del pantano"


Autor: Juanjo Braulio



Novela negra   
Ediciones B
1ª edición, septiembre de 2015
400 páginas.








BIOGRAFÍA


Juanjo Braulio (Valencia, 1972) se graduó en Enseñanzas Artísticas por la Sankt Eskils Skola de Eskilstuna (Suecia) pero, "como lo que más me gusta hacer es leer y por leer no pagan, me hice periodista", y se licenció en Ciencias de la Información en la Universidad Politécnica de Valencia.

Comenzó su carrera como periodista en la delegación valenciana de Diario 16. Posteriormente fue redactor de distintas secciones del diario Las Provincias, en el que llegó a ser Jefe de Opinión. Después fue Jefe de Informativos de la desaparecida Ràdio Nou, y colaborador del Suplemento Semanal XL, de la agencia Colpisa y del diario ABC.




Debutó en el mundo literario en 2004 con una recopilación de sus columnas de opinión bajo el título "La escalera de Jacob". En 2014 publicó un libro de viajes sobre Suecia titulado "En Ítaca hace frío". Ya en 2015, después de tantos años contando verdades que parecían mentira, decidió probar suerte en el intento de contar mentiras para decir verdades, y lo hizo con la publicación de "El silencio del pantano", su primera novela. 

(Datos biográficos y fotografía extraídos de la web del autor: juanjobraulio.com).



SINOPSIS


     En esta deslumbrante novela negra, la poderosa voz de Juanjo Braulio nos sumerge en una historia de muerte, codicia y falta de escrúpulos, dejando al lector sin aliento y con la sensación de haber leído una obra maestra.

     La trama arranca con el hallazgo de un cadáver en un recodo del río Turia. El asesino parece recrear un antiguo ritual romano reservado a los reos culpables de parricidio. El crimen salpica a los poderosos de la sociedad valenciana, que pronto dejarán al descubierto el pantano silencioso, símbolo de la decadencia y la corrupción, sobre el que se alza la ciudad. La investigación se verá envuelta en este fango cada vez más escondido y peligroso, desvelando oscuros episodios de nuestro pasado.

     Lleno de referencias literarias, con ecos de Rafael Chirbes y guiños a Patricia Highsmith y Paul Auster, el adictivo debut literario de Juanjo Braulio lo tiene todo para convertirse en uno de los acontecimientos editoriales del año.  


COMENTARIO

     Todo aquel que se sumerja en este libro sin demasiada información previa del autor y de su obra, cosa harto improbable debido a los numerosos y en su mayoría favorables comentarios que está acumulando, a poco de comenzar la lectura confirmará que se encuentra ante una novela negra, ya que en apenas unas páginas será testigo de la aparición de varios cadáveres en un río (aunque solo uno de ellos -o lo que queda de él- pertenezca a un ser humano), del inicio de la investigación del crimen, de dos secuestros violentos y de tres asesinatos más.

     Pero nada más lejos de la realidad. El silencio del pantano, pese a la catalogación que de ella realiza la propia editorial, no es una novela negra. O, por mejor decir, no lo es únicamente. Es también un relato social, un retrato de la sociedad actual en la que un grupo reducido de personas consigue mantener su estatus y su poder gobierne quien gobierne. Como el agua y el aceite, sin mezclarse con sus inferiores y siempre por encima de ellos, "los de siempre" (¿lo que algunos denominan la casta?), son los amos del cortijo: los que cortan el bacalao. 

"El futuro es un mero consuelo para cretinos, una esperanza de que la mierda que nos tragamos hoy habrá desaparecido mañana sin tener en cuenta que la mierda es, junto a la estupidez, el único recurso renovable e inagotable". Página 199.

     
     Aunque también se habla de corrupción (¡cómo no hacerlo, estando la historia ambientada en la Valencia actual!) tampoco es ese su tema principal (la gran novela sobre la corrupción ya la escribió Rafael Chirbes. Quien se atreva...). Este libro habla sobre el PODER. Poder económico, poder político, poder "institucional".

 "El poder también es la capacidad de elegir estar aburrido, sin esperar que pase nada, pues no hay nada que esperar más allá de la propia soledad". Página 321.

     
     Asumiendo aquella famosa afirmación de que "el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente", en las páginas de este libro encontraremos numerosos ejemplos de las comúnmente consideradas como las dos formas de poder absoluto por antonomasia: el que posee el autor ante su obra y el que ejerce el asesino ante su víctima. Porque las dos tramas que se van entrelazando en la novela (la del escritor avanzando en la escritura de su libro y la propia historia del libro que está siendo escrito) no son más que una sucesión de excesos cometidos por personajes (reales unos, ficticios otros) situados por encima del bien y del mal.

     Pero, aunque no lo parezca, todavía hay otro tipo de poder más importante y que Juanjo Braulio ha sabido exponer con una maestría fuera de lo habitual. Me refiero al que otorga el conocimiento, el saber, la información. Porque el máximo exponente del poder no es otro que el de la INFORMACIÓN: saber algo importante (de algo o de alguien) y decidir qué hacer con ello. Guardarlo para uno mismo y mirar para otro lado, utilizarlo en contra de alguien, difundirlo a todo el mundo... Distintas opciones que harán que la vida de muchas personas tome un rumbo u otro en función de lo que se decida hacer. Ese es el verdadero poder, más allá de utilizarlo o no. El hecho de SABER que se puede hacer cuando se quiera.

"Cuando tienes entre tus dedos la capacidad de dañar, de hacer sufrir a otro sin más límite para hacerlo que tu voluntad, es muy difícil resistirse". Página 354.

     
     Y hablando de personajes, ese es para mi otro de los puntos fuertes de este libro. El principal es un enfermo, un psicópata asesino, la auténtica personificación del MAL. Un tipo del que no sabemos ni siquiera su nombre (tan solo que firma como "Q") y del que no encontramos a lo largo de todo el libro ni una sola descripción de sus características físicas.

     Junto a él aparecen algunos secundarios fundamentales en la historia de los que sí se nos ofrecen tanto datos biográficos como descripciones físicas que nos ayudan, en mayor o menor medida, a empatizar con ellos y a comprender sus circunstancias. Cómo son y por qué son como son. Hablamos fundamentalmente de Falconetti y el brigada David Grau.

     Y finalmente un buen puñado de secundarios, algunos de los cuales no pasan de ser meros extras con apenas unas líneas en la historia, pero que configuran una buena colección de arquetipos de lo que se puede uno encontrar en cualquier calle y a casi cualquier hora: Manceñido, Basilio, Nacho. Ferran Carretero y Xavier Ros. Erik, Lorik y Leka. Miguel Sastre y sus hijos. Castaños, la Puri. El inspector Escobedo... y hasta un monje llegado de la Edad Media. Y el joven Juanjo, un camarero, estudiante de periodismo para más señas, personaje que tal vez podría ser un "cameo" del autor en su propia obra.

"A sus amigos siempre les dice que el periodismo es un buen camino que lleva a muchos sitios si se sabe dejar a tiempo". Página 19.

     
     Y por último la ambientación. El decorado en el que se desarrolla la acción. Porque otro de los personajes de la novela, quizás el más importante, el que está presente en todo momento convirtiéndose en un aspecto indispensable de la historia, es la propia ciudad de Valencia. La ciudad moderna y pretendidamente cosmopolita levantada sobre lo que durante siglos no fueron más que terrenos cenagosos. El pantano al que hace referencia el título, convertido primero en fértiles tierras de cultivo y soterrado después bajo capas de hormigón, avenidas y edificios singulares, pero que una y otra vez consigue salir a la superficie, filtrándose entre sus habitantes para reconquistar su territorio. Para pudrir personas y carácteres. Para corromper todo lo que encuentra a su paso.

     
     Se escribe de lo que se sabe o de lo que se conoce, y por eso Juanjo Braulio ha ambientado esta hisotria en su ciudad (Valencia), utilizando como decorados de la acción la playa de la Malvarrosa, el Cabanyal, la Ciudad de las Artes y las Ciencias o el barrio de Ayora, situando en ellos a una serie de personajes (periodistas, policías, políticos, escritores) a los que demuestra conocer a la perfección. Y para lo no tan conocido (tramas de blanqueo de capital, armas, drogas, etc) se nota la labor de investigación efectuada. Dejarse asesorar por los que saben para no cometer errores de bulto y conseguir montar una historia creible en la que no queda títere con cabeza.

     
     Mención especial merecen a mi juicio dos pequeños relatos (pequeños en cuanto a tamaño, pero magníficos ambos) incluidos en la historia y que pertenecen a la producción literaria anterior de Q. Uno es de una obra anterior; el otro un descarte que quedó olvidado en una carpeta ofimática, pero ambos merecerían formar parte por sí solos de una historia independiente.

     
     Dejaremos para otra ocasión otros aspectos interesantes del libro que también merecerían un comentario, como las referencias a algunos escritores valencianos, positivas en el caso de Rafael Chirbes (que el maestro leerá, esté donde esté) y algo peores en el caso de Torrent o Posteguillo (que no se citan expresamente pero que se entienden); un puyazo en toda regla al reconocido Murakami; los comentarios a cerca de los autores de blogs; a políticos más o menos reconocibles del entorno; al "otro periódico de la ciudad"; a los funcionarios (todo un clásico); a los currantes que discuten de futbol y solo se ponen de acuerdo en su opinión sobre los políticos; a los locos del runing... hasta una cita de una película de Clint Eastwood, la música de AC/DC o la de "la pedorra esa que ha escrito más libros de los que ha leído" y que, supuestamente, solo ha escrito uno. Todas ellas vertidas por los distintos personajes. No caigamos en el error de confundirlas con las opiniones del autor.

"Está convencido de que un escritor es, en realidad, todos sus personajes. Un creador de historias es un prisma de miles de caras y cada vez que una de sus criaturas dice algo, el que habla en realidad es el propio escribidor". Página 231.

     
     Quedarán para otra ocasión. Y seguramente no será para la continuación de la historia, porque el autor ha asegurado que no habrá segunda parte. Lo que sí habrá es película. Antes incluso de la aparición del libro ya se habían vendido los derechos audiovisuales para su realización, aunque Juanjo Braulio está al margen de este proyecto y ni siquiera interviene en la escritura del guión que, al parecer, ya está bastante avanzada.


     Quedarán para otra ocasión, porque la pretendidamente "breve" reseña, esta vez ha quedado un poco larga. Y es que cuando un libro gusta se disfruta tanto leyéndolo como hablando (o escribiendo) sobre él.


     Estupendo libro El silencio del pantano. Duro y directo; fundamentado y fundamental. De lo mejor que he leído en bastante tiempo. No os lo perdáis.

     Y grande Juanjo Braulio. Desde ya mismo uno de mis autores favoritos y del que espero próximamente poder disfrutar con sus nuevas historias. Queda tanto por contar y son tan pocos los que saben hacerlo tan bien...