jueves, 28 de marzo de 2024

Miguel


El otro día estuve en tu pueblo.

Disfruté mucho paseando por sus calles, por sus plazas, por sus gentes.

Visité la plaza de tu amigo Ramón Sijé, y allí pude contemplar la fachada del antiguo Palacio de los Duques de Pinohermoso donde, el día de su inauguración y subido a una escalera de madera, leíste aquel emotivo discurso en recuerdo a tu "compañero del alma".





Mucho ha cambiado el pueblo desde entonces, pero sé que te encantaría saber que el popular barrio de San Isidro, con sus estrechas y empinadas callejuelas, se ha convertido desde hace años en una exposición de pintura al aire libre, con murales en tu honor que decoran las fachadas de sus casas recordando tu vida, tu figura y tu obra.








Pero lo mejor de todo fue la visita a tu casa, a las afueras del pueblo, en las faldas del monte de San Miguel y junto al colegio del Patriarca donde estudiaste algunos años.

En la casa de enfrente han habilitado un espacio con tus recuerdos (centro de interpretación le llaman ahora a estas cosas). 

Fotografías, cartas personales, primeras ediciones de tus libros, discos de diferentes autores que a lo largo del tiempo han convertido en música tu poesía, la foto de Serrat bajo la higuera... y una pantalla de televisión (ya te explicaré otro día lo que es eso) en la que tras un breve documental sobre tu vida se reproduce la única grabación de tu voz que se conserva.



Emoción es poco para definir lo que sentí al poder escucharte declamar uno de tus poemas.

 

Después cruzamos la calle y, por fin, entramos en tu casa.

Está todo muy ordenado y muy limpio (como le gustaría a doña Concha). 

Tu habitación, la de tus padres, la de tus hermanas... Con los muebles originales y las paredes decoradas con fotografías, recuerdos y reconocimientos varios de asociaciones e instituciones.

Y es que se te recuerda y se te quiere. Se te continúa queriendo. Se te querrá siempre.


He de decirte que en la entrada de la casa han dispuesto un libro de firmas en el que los visitantes, y reconforta ver que es continuo el goteo de personas interesadas en ti y en tu obra, pueden escribir lo que deseen. 

Yo te escribí unas palabras. Ya las leerás cuando puedas.

Justo antes de mis torpes líneas encontrarás lo que te escribió un niño de unos 10 o 12 años. Un rubiete con cara de pillo que te contaba que "en el cole hemos estado hablando de ti, y tenía muchas ganas de saber más y de conocer tu pueblo y tu casa". 

Bravo por ese niño. Por ese cole y por esa familia.


Y después salimos al patio. 

Vimos las plantas, las flores, el pozo. El corral de los animales...

Y subimos los escasos y empinados escalones que nos llevaron a tu huerto y a tu higuera. Que ahí continúa, después de tantos años, en su majestuosa humildad, dando cobijo a quien a ella se acerca para protegerse del rotundo sol mediterráneo.




(He de confesarte un secreto, pero no se lo digas a nadie. En ese espacio tan íntimo, tan agradable y tan cercano, no me pude (ni quise) resistir y haciendo caso omiso de la pequeña valla que la rodea me atreví a acariciar ese viejo tronco retorcido, arrugado y venerable).


Toda la visita me resultó sumamente emocionante y aún hoy, unos cuantos días después, se me eriza la piel al recordar los momentos allí vividos.


Volveré a tu huerto y a tu higuera

por los altos andamios de las flores.

Que tenemos que hablar de muchas cosas

compañero del alma, compañero.