jueves, 25 de agosto de 2016

"Solaris"

Autor: Stanislaw Lem


  
Traducción de Joanna Orzechowska
Editorial IMPEDIMENTA
1ª edición digital: 6 de enero de 2013
296 páginas.








BIOGRAFÍA

Stanislaw Herman Lem (1921 - 2006) fue un escritor polaco cuya obra se caracterizó por su tono satírico y filosófico. Es considerado uno de los mayores exponentes del género de ciencia ficción, y uno de los pocos que lo ha conseguido siendo de habla no inglesa.

Sus libros exploran temas filosóficos que involucran especulaciones sobre nuevas tecnologías, la naturaleza de la inteligencia, las posibilidades de comunicación y comprensión entres seres racionales, las limitaciones del conocimiento humano y el lugar de la humanidad en el universo.





Entre sus obras más conocidas destacan Los astronautas (1951), Diarios de las estrellas, Solaris (1961), Fábulas de robots (1964), Ciberíada (1967), Fiasco (1986) y Paz en la Tierra (1987).




SINOPSIS


Kris Kelvin acaba de llegar a Solaris. Su misión es esclarecer los problemas de conducta de los tres tripulantes de la única estación de observación situada en el planeta.

Solaris es un lugar peculiar. Un planeta en el que no existe la tierra firme, y que está formado por un extenso océano dotado de vida propia. Y, presumiblemente, de inteligencia.

En ese desolado escenario Kelvin se encontrará con algunos personajes que no deberían estar allí. Tal es el caso de su mujer -quien se había suicidado años antes-, y que parece no recordar nada de lo sucedido.

Stanislaw Lem nos presenta una novela claustrofóbica, en la que hace un profundo estudio de la psicología humana y de las relaciones afectivas a través de un planeta que enfrenta a los habitantes de la estación a sus miedos más íntimos.





COMENTARIO

Stanislaw Lem está considerado como uno de los escritores más destacados en el género de la ciencia ficción (a la altura de Asimov y muy pocos más) y en concreto Solaris pasa por ser su obra más importante: la más conocida, la más reconocida a nivel internacional, millones de ejemplares vendidos en todo el mundo y editada en un montón de idiomas. Pero para ser justos he de decir que a mi me ha decepcionado un poco.

Es cierto que está muy bien escrita -supongo que en parte debido también a la traducción realizada-, y que en ella el autor demuestra tener amplios conocimientos en cuanto a técnicas, instrumentos y materiales que, conviene recordar, no eran tan habituales en aquel momento. El libro se escribió en 1961, cuando el tema de los viajes espaciales estaban todavía en sus orígenes.

También es evidente en el libro el trasfondo filosófico/existencial. Las dudas del ser humano sobre qué hay más allá de lo que nos muestran nuestros sentidos; las posibilidades reales o remotas de contactar con otros seres; la incomunicación del ser humano, en cuanto a individuo con sus semejantes y como especie dentro del universo. Un libro denso, con mucha miga. Tal vez demasiada.

Tal es así que pese a los pocos personajes que aparecen en la historia (cuatro o cinco digamos reales y otros tantos...) en varias ocasiones se llegan a confundir unos con otros, haciendo la lectura un poco más complicada.

Contribuye también a ello el hecho de que a lo largo del relato se va entremezclando (en ocasiones de manera algo confusa) situaciones "reales" con otras que no lo son tanto; las actividades que llevan a cabo los astronautas en su misión espacial frente a sus propios sueños, cuando no con delirios de dudoso origen.


"El ser humano ha emprendido el viaje en busca de otros mundos, otras civilizaciones, sin haber conocido a fondo sus propios escondrijos, sus callejones sin salida, sus pozos o sus oscuras puertas atrancadas".  Posición 79%.




Ciencia ficción para los amantes del género. Yo esperaba mucho más de una novela que, tal vez por las altas expectativas que en ella tenía, no ha conseguido emocionarme. Aunque sí me ha resultado entretenida.



Por último y para los más cinéfilos (saludos, Sevillano) recordar que esta historia se ha adaptado en varias ocasiones al mundo del cine. En 1972, dirigida por Andrei Tarkovski, con bastante fidelidad con el original y calificada como película de culto, y la versión más conocida por el gran público, dirigida en 2002 por Steven Soderberg, centrada más en la historia romántica de los dos personajes protagonistas interpretados por George Clooney y Natascha McElhone.







* Reseñas pendientes:

La mujer loca, de Juan José Millás.
León el africano, de Amin Maalouf
Respirar por la herida, de Victor del Árbol

La caricia de Tánatos, de María José Moreno


viernes, 19 de agosto de 2016

"La tristeza del samurái"

Autor: Víctor del Árbol


Editorial ALREVÉS, S.L.  
DEBOLSILLO

1ª edición: abril 2014
415 páginas.








BIOGRAFÍA

La pasión por la literatura le llegó a Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) siendo muy joven, cuando pasaba las tardes en la biblioteca acumulando lecturas, desde que salía del colegio hasta que su madre lo recogía para ir a cenar.

Seminarista durante unos años, estudió Historia en la Universidad de Barcelona. Fue mosso d'escuadra de la Generalitat Catalana de 1992 a 2012 y participó durante dos años en programas radiofónicos. Tan variadas ocupaciones le llevaron a acumular amplios conocimientos en diversas materias con los que posteriormente pudo desarrollar sus complejas historias.





Con su primera novela publicada El peso de los muertos (2006) consiguió el Premio Tiflos. En 2008 resultó finalista del Premio Fernando Lara con El abismo de los sueños. Posteriormente publicó La tristeza del samurái (2011), Respirar por la herida (2013) y Un millón de gotas (2014), con las que también obtuvo multitud de galardones y el éxito a nivel internacional. Su última novela publicada es La víspera de casi todo, con la que conquistó el prestigioso Premio Nadal en 2016. 





SINOPSIS


Dos tramas se desarrollan de forma paralela: una en Extremadura en el año 1941 y la otra en Barcelona en 1981. En ellas un crimen cometido durante la posguerra española produce consecuencias en tres generaciones de la familia Alcalá y en aquellos que se han cruzado en sus vidas durante cuarenta años.

Complots, secuestros, asesinatos, torturas, violencia machista... son algunos de los ingredientes de esta novela

Con su imponente estilo descriptivo el autor nos narra los acontecimientos ocurridos y, poco a poco, va entrelazando los personajes de ambas tramas, entrando en la piscología de cada uno de ellos.

El resultado es una magnífica novela de intriga e investigación, de sentimientos y rencores, de amor y odio, de ambición y dolor, de hipocresía y sobre todo de culpa. Una lacra que se transmite de generación en generación, donde los hijos heredan los delitos de los padres y los nietos los de sus abuelos.



COMENTARIO

Este es el primer libro que leo de un autor, Víctor del Árbol, que tenía pendiente desde hacía tiempo. Con tanto elogio y tanta crítica positiva ya tenía ganas de sumergirme en sus historias, y he de decir que ha merecido mucho la pena.

En esta novela negra en la que la historia se desarrolla en dos planos temporales no sucesivos aunque si complementarios, lo primero que me llama la atención -y para bien- es el dominio absoluto del lenguaje que posee el autor. Una prosa cuidada, por momentos tremendamente descriptiva, pero sin llegar al punto barroco y recargado con el que a menudo los autores pretenden demostrarnos sus habilidades con el lenguaje. Ni la meticulosidad innecesaria en las descripciones de escenas violentas y sanguinarias, que también los hay.


Y es que estamos ante una novela negra (negra, negrísima) sin paliativos. Una historia de amores y de odios, de huidas y de culpas, de asesinatos y de venganzas que se extiende durante casi medio siglo -desde el final de la guerra civil hasta los albores de la democracia- en la que los personajes de la trama "más actual" son rehenes de los comportamientos llevados a cabo por sus antepasados, en ocasiones por sus propias acciones y en otras por sus vergonzantes omisiones.


Una historia en la que no hay buenos y malos, en la que (casi) todos los personajes llevan como pueden la carga que les ha tocado. 

"Puede ser que en los expedientes que descansan en tu mesa todo sea negro o blanco. Pero aquí, entre las personas, no vale ese maniqueo punto de vista: los hombres estamos pintados con grises. Como yo. Como tú." Página 207.


Todos salpicados por el odio y la culpa, por la ambición y el egoísmo, por el fanatismo o la necesidad de venganza, y avocados a un final tan sombrío como inevitable.


"El hombre cuando se ensaña no tiene límites, igual que cuando se enamora".  Página 117.

"Un hombre es el reflejo de las decisiones que toma y de la determinación con que las lleva a cabo".  Página 393.



Pese a ello, o tal vez en parte por eso mismo, absolutamente todos los personajes nos resultan creíbles dentro de una historia dura, compleja y muy bien desarrollada. Huye el autor de los arquetipos que tanto abundan en este tipo de novelas, y construye un universo coral de personas que podríamos ser cualquiera de nosotros, de darse las condiciones adecuadas, y que reaccionan como lo hacen llevados por motivaciones, nos gusten o no, totalmente comprensibles (aunque no justificables). Un buen puñado de personajes entre los que apenas hay distinción entre principales y secundarios. Todos son necesarios para contar lo que se quiere contar y ninguno aparece de relleno para alargar y complicar innecesariamente la trama.

Portada de otra edición

Pero la finalidad de un libro es, generalmente, contar una historia. Bien escrita, con los personajes adecuados y una buena ambientación, pero ha de haber una trama. Y en este caso la hay. Y compleja.

Se mueve el autor con soltura en ese ejercicio continuo de hacer pasar la acción de una época a la otra. Y lo hace con maestría. Explicando hechos del pasado que son el origen de las situaciones actuales y recuperando a personajes "desaparecidos" que en realidad no lo estaban. Pero sin confundir al lector en ningún momento y sin sacarse de la manga soluciones mágicas. Y eso también es de agradecer.


Las distintas tramas se van relacionando, consiguiendo así el autor, sin dar ni una sola puntada sin hilo, tejer una historia completa, compleja y redonda. Toda ella preñada, además, de frases memorables que merecerían más de una reflexión.   


"Trataría de hacerle entender la absurda realidad en la que los sentimientos no valen nada frente a las razones de otra índole. Que el poder, la venganza y el odio son más fuertes que cualquier otra cosa, y que los hombres son capaces de matar a quien aman y de besar a quien odian si ello es necesario para cumplir sus ambiciones". Página 161.



La tristeza del samurái: un fantástico libro de un fenomenal autor. ¿Qué más se puede decir? Pues que continuaré leyendo todo lo que pueda de Víctor del Árbol. Quien quiera disfrutar y aprender, que vaya tomando nota.





* Reseñas pendientes:

La mujer loca, de Juan José Millás.
León el africano, de Amin Maalouf
Solaris, de Stanislaw Lem.

Respirar por la herida, de Víctor del Árbol
La caricia de Tánatos, de María José Moreno



jueves, 21 de julio de 2016

Turquía


Continúa el incesante goteo de noticias a cerca de la situación en Turquía, cada una más sorprendente y preocupante que la anterior, tras el "fallido" golpe de estado de la semana pasada.

Tras el rápido desenlace y la no menos acelerada restitución de la normalidad, y tan solo unas horas después de producirse la asonada, comenzaron a llegarnos noticias de las primeras consecuencias para la población.

En apenas un par de días se produjeron más de siete mil quinientas detenciones (6.000 de las cuales correspondían a militares, en su mayoría de alta graduación), más de 8.000 policías fueron apartados de sus puestos, así como 3.000 miembros de la judicatura suspendidos de sus funciones (en su mayoría magistrados y fiscales, incluido alguno del Tribunal Supremo), al igual que cerca de 2.000 agentes del fisco. También se produjo el cese de una treintena de gobernadores provinciales. 

Todos ellos, supuestamente, acusados de estar detrás de la intentona golpista. Purgados con rapidez para preservar la democracia y el estado de derecho. Pero todo ello, obviamente, sin ningún tipo de juicio previo. Ni tan solo la instrucción de un expediente en el que se tuvieran las más mínimas garantías, la audiencia a los interesados y la indispensable defensa de sus derechos. Resulta cuanto menos curiosa la forma de entender esta defensa de la democracia.



Hasta el lunes eran unos 13.000 los empleados públicos afectados por los ceses, la mayoría de ellos pertenecientes a los ministerios de Justicia, Interior y Finanzas.

El martes continuó la purga: 40.000 funcionarios del ministerio de educación, casi en su totalidad profesores, directores de institutos, catedráticos y rectores de universidad; otros 1.000 de lo servicios secretos, 257 de la oficina del primer ministro y cerca de un millar entre los pertenecientes al ministerio de la familia y al de asuntos religiosos.

A la cifra anterior hay que añadir la revocación de otros 22.000 profesores que ejercían en instituciones privadas, que suponen el cierre inmediato, al menos temporalmente, de un buen número de centros educativos.

También se ha anunciado la suspensión de las vacaciones de verano para más de 3 millones de funcionarios, y la reincorporación inmediata a sus puestos de trabajo de aquellos que se encontraban disfrutándolas. Además, a los profesores y empleados de las distintas universidades se les ha prohibido viajar al extranjero y se ha exigido la vuelta a los que se encontraban fuera del país.



Pero si todo lo anterior no resultara ya de por sí digno de la mayor de las críticas y resultara reprobable para todo aquel que se considere mínimamente demócrata, ayer mismo se produjo una nueva vuelta de tuerca en esta preocupante situación. Y es que en la vorágine de medidas urgentes y celeridad desmedida en la que se haya instalado el gobierno turco, el Consejo de Ministros aprobó la declaración del Estado de Emergencia por un periodo (en principio) de tres meses para "controlar la situación y garantizar la estabilidad económica". En palabras del propio Erdogan lo que se pretende con estas medidas es "combatir la amenaza a la democracia".

Cabe recordar que dicha situación excepcional, regulada en el artículo 120 de la constitución turca (por cierto, redactada por la junta golpista de 1980), faculta al gobierno para imponer severas restricciones en cuanto a derechos y libertades de los ciudadanos, afectando a la libertad de movimiento, de reunión y de expresión. Permite imponer toques de queda, impedir el tráfico o el paso por determinados lugares, realizar registros sin previa autorización judicial, incluso despedir a los trabajadores sin tener en cuenta los convenios laborales. Prohibir o censurar publicaciones de prensa, radio y televisión (extensiva a cualquier tipo de actuación cultural), además de hacer necesaria la autorización previa para la importación de publicaciones y obras producidas fuera del territorio turco. 

 
"Nadie de fuera tiene derecho a criticar las decisiones que tomamos, antes que se miren ellos mismos" ha manifestado el presidente Erdogan defendiéndose de las cada vez más numerosas críticas internacionales, apuntando, aunque de forma velada, la posibilidad de que países extranjeros pudieran estar involucrados en el golpe. "Como comandante en jefe, limpiaremos junto a nuestros soldados todos los virus de las fuerzas armadas". Y a fe que lo están haciendo.



Sin querer hablar de autogolpe -aunque visto desde la distancia puede parecer que tiene toda la pinta de serlo- dentro del panorama internacional comienzan a alzarse voces alertando del cariz que está adoptando la situación en Turquía, exigiendo al gobierno que mantenga en todas sus actuaciones el máximo respeto a los derechos humanos y a los procedimientos legales para las investigaciones que se deban llevar a cabo. Esperemos que (por una vez y sin que sirva de precedente) las distintas instituciones y los políticos de relevancia internacional (¿?) estén a la altura de las circunstancias, ejerciendo la presión justa pero necesaria para ayudar al restablecimiento de todos y cada uno de los derechos y libertades de los que está siendo privada la ciudadanía de ese país.



Primero vinieron a por los jueces, pero yo no me preocupé porque no era juez.
Luego vinieron a por los militares y los policías, pero yo tampoco lo era.
Después a por profesores, políticos y sindicalistas, y yo continuaba tranquilo.
Después vinieron a por los kurdos, pero yo tampoco era kurdo.
Ahora vienen a por mi... y no queda nadie que me pueda ayudar.





viernes, 24 de junio de 2016

Y el domingo...


     Pues nada. Pasó lo que pasó con el referéndum británico. Es lo que tiene la democracia: que cuando se pide opinión a la gente esta opina. Y a menudo esa opinión es distinta o incluso contraria a lo que los bienpensantes políticos de turno esperan de ella.

     En ocasiones los ciudadanos ejercen su derecho al voto con la suficiente información al respecto de lo que se les está preguntando, pero en otras muchas ocasiones, por desgracia, no es así. Sencillamente decidimos nuestro voto llevados por la costumbre, por las caras conocidas o desconocidas, para que sigan los que están o para que se marchen de una vez; por lo que nos dice alguien o por lo que oímos por ahí. Pero parece que a casi nadie le interesa (y por eso no se preocupa de ello) que la información sea la suficiente como para que la ciudadanía vote por convicción, sabiendo lo que hace y sabiendo lo que van a hacer con su voto los políticos a los que se elija.

    Debe de ser cuestión de madurez política, tanto de los profesionales de la política como de los ciudadanos. Aunque a estas alturas unos y otros deberíamos ya tener la suficiente experiencia democrática como para que no ocurrieran estas cosas.


     Pero bueno. Ahora ya no hay tiempo para esas cuestiones. Es un tema de largo recorrido, que necesita tiempo, paciencia y preparación. Y tiempo justamente es lo que no tenemos, ya que en unas horas tenemos una cita con las urnas.

     
     Al contrario de lo que hace mucha gente, yo no voy a pedir suerte para el domingo. Si pediré una mínima reflexión antes de votar. Saber lo que hacemos y a quien le otorgamos nuestra confianza. Nada más. Ni nada menos.

     Y es que, como decía aquel: la suerte solo se le desea a los toreros y a los malos estudiantes. 

     Pues eso: salud y justicia, que es lo único que necesitamos.




Correspondencia


Ayer recibí un sobre.
Un sobre del PP.


Pero dentro no había "pasta".
Tan solo mentiras, falsas promesas, 
un pavo y algún que otro chorizo.

Ni para un bocata me da.