lunes, 2 de febrero de 2015

"Los Litigantes"



 

FICHA

Título: Los Litigantes
Título original: The litigators
Autor: John Grisham
Traducción de Fernando Gari Puig
Editorial Plaza & Janes
Edición diciembre de 2013
496 páginas




BIOGRAFÍA

Nacido en Jonesboro, Arkansas (EEUU) el 8 de febrero de 1955, John Ray Grisham es un reconocido autor principalmente de thrillers judiciales. Con anterioridad se dedicó profesionalmente a la abogacía y también al mundo de la política.

En sus ya más de veinte años de carrera literaria, publicando a un ritmo de prácticamente una novela al año, ha conseguido que casi todas se conviertan en grandes éxitos de ventas, sean traducidas a multitud de idiomas, y muchas de ellas llevadas a la gran pantalla.

De su extensa producción cabe destacar “La Tapadera” (1991), “El informe Pelícano” (1992), “Causa justa” (1998), “El último jurado” (2004), o “La trampa” (2009).



SINOPSIS

David Zinc es un joven abogado, licenciado en la universidad de Harvard, que tras cinco años trabajando en una prestigiosa firma de abogados siente que les ha entregado su alma, su tiempo y su vida entera sin recibir nada a cambio. Únicamente dinero. Un dinero del que ni siquiera tiene tiempo de poder disfrutar.

Un buen día, harto de su extenuante y aburrido trabajo en la gran “fábrica de esclavos de Rogan Rothberg” como él mismo denomina al gran bufete donde trabaja, decide huir y echarlo todo por la borda. Pasa el resto de la jornada bebiendo hasta perder la consciencia, y despierta ante un pequeño bufete de abogados (Finley & Figg) especializado en divorcios y pequeños casos de lesiones, a quienes decide pedir trabajo.

Ahora que son tres abogados en la firma les llegará el caso más importante de sus vidas, un caso con el que podrían ganar una fortuna, pero para el que ninguno de ellos tiene ni la preparación ni la experiencia necesarias.



COMENTARIO

Los Litigantes es una de juicios.
Pero una de juicios a la americana. Con sus jurados, su estrado, sus expertos (muchas veces comprados), sus “protesto, señoría”, y todos los clichés que hemos visto una y mil veces en el cine. Porque además es una novela tremendamente cinematográfica en la que cada capítulo bien podría ser la escena de una película.

En ella se relata el proceso completo de un caso de demanda contra una gran empresa farmacéutica. Nuevamente David contra Goliat. El pequeño bufete, con tres abogados y sin ninguna experiencia en los tribunales, contra la gran empresa, con un ejército de abogados, asesores, ayudantes y todo el dinero que haga falta para liquidar el asunto.

Por otra parte también es la verdad contra la mentira, pero en este caso con los papeles cambiados. La picardía frente a las en este caso inocentes grandes compañías.

Aunque la verdad no va necesariamente unida a la bondad. Porque aquí se desvela como los nuevos medicamentos se prueban en países del tercer mundo, falseando muchas veces los resultados. Demostrarlo supone una pequeña victoria: se gana una batalla pero se pierde la guerra.

Pero como la verdad siempre triunfa, nuestros héroes son derrotados en un caso que ya tenían perdido de antemano, y se encuentran arruinados, avergonzados, llenos de deudas y con un futuro nada prometedor.

Y continuando con la moralina y el “buenismo” que impregna la historia, la vida siempre da una nueva oportunidad. Los buenos, a pesar de todo, son los buenos y siempre deben triunfar. Por eso la novela termina con un final feliz, con una historia bastante forzada, metida con calzador y resuelta en unas pocas páginas.

En resumen: nos encontramos ante una novela entretenida, sin más. Correctamente escrita, con pinceladas de humor (algunos diálogos son realmente graciosos), con altas dosis de moralina y de crítica social (a partes iguales) y muy cinematográfica. Tanto que seguramente a no mucho tardar la veamos en la gran pantalla convertida en una película de éxito, en un nuevo thriller jurídico con el inconfundible sello Grisham.


viernes, 23 de enero de 2015

Una de chapuzas

Desde hace ya más de dos años una pequeña población de la provincia de Zaragoza posee el dudoso honor de ocupar uno de los primeros puestos mundiales en el hipotético ranking de restauraciones artísticas chapuceras. Me estoy refiriendo, como muchos ya habréis adivinado, a la localidad de Borja, famosa desde agosto del año 2012 por su Ecce Homo. O más concretamente por el remiendo perpetrado por una de sus octogenarias vecinas, una aficionada a la pintura con bastantes ínfulas pero con muy pocas habilidades pictóricas.

Para ilustrar el comentario pensaba incluir un par de imágenes, del antes y el después del "trabajo" de la "restauradora" de cuyo nombre no quiero acordarme, pero en aras del buen gusto os evitaré el mal trago. En todo caso ahí está internet por si alguien quiere verlo. La red está llena de imágenes de la obra original y de cómo está ahora. Incluso circulan multitud de montajes para dar el toque de humor a tan curiosa noticia.

También cabe la posibilidad de verlo en vivo y en directo. Para quien quiera y se pueda desplazar, por el módico precio de un euro (para los mayores de 12 años, menores gratis) se puede realizar la visita. Aunque pueda parecer una broma no lo es. Más de ciento cincuenta mil personas ya lo han hecho.


Pues ahora hemos sabido que no somos los únicos. Que los hay incluso peores por ahí. Concretamente en el Museo Egipcio de El Cairo, donde han batido todos los récords.

Al parecer, por causas que no se han especificado, la famosa máscara mortuoria del faraón Tutankamón que se expone en dicho museo, sufrió un accidente durante una reciente sesión de limpieza (¿?), a consecuencia del cual se le rompió la barba postiza, desprendiéndose del resto.

Estamos hablando de una obra de arte de una enorme belleza y de un valor incalculable, de 54 centímetros de altura y algo más de 10 kilos de peso, toda ella de oro y con incrustaciones de vidrio coloreado y piedras semi preciosas.





 

Ante tal circunstancia, en vez de trasladar la máscara al laboratorio de conservación o a algún departamento de restauración (propio o ageno al museo) para que pudiera ser tratada por personal especializado, se decidió arreglar la rotura inmediatamente, para así no verse obligados a retirar la pieza de la exposición, ya que es uno de los grandes atractivos del museo.
Y allí mismo apareció el listo de turno, ni corto ni perezoso y armado con un tubo de pegamento industrial, para proceder a la "restauración". Al más puro estilo Pepe Gotera y Otilio.


No contento con ello y tras proceder a la soldadura de la pieza parece que se fue animando, y todavía se atrevió a raspar el pegamento sobrante con una espátula ("pa dejarlo niquelao", parece que dijo), produciendo varias rozaduras en el rostro de la máscara, tal y como se puede apreciar en la siguiente imagen.





Sí señor. Con un par.


martes, 13 de enero de 2015

Charlie


Esta es la portada de la revista CHARLIE HEBDO que se publicará mañana.

Han anunciado que saldrá con ¡tres millones! de ejemplares, frente a los sesenta mil habituales. Intentaré hacerme con uno, aunque parece ser que a España no llegarán muchos.






El titular resulta curioso, por lo enigmático de la frase. 
¿Son las víctimas quienes perdonan a sus verdugos? 
¿Acaso los religiosos perdonan a los asesinos? 

¿Quién perdona a quién?


lunes, 5 de enero de 2015

Un buen comi Enzo

Sabido es que los récords están para ser batidos. Y que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.
Me permito traer a colación ambas famosas frases a cuento de las dos únicas noticias que han llenado telediarios y prensa deportiva en general durante los últimos días (la otra, perdonen ustedes, es la del retorno del niño, talludido ya, moderna versión de la falsa monea, aquella que de mano en mano va y ninguno se la quea).

A lo que íbamos. Veintidós.
22, 22, 22, como decía el Duo Sacapuntas.

Por si queda alguien en esta u otra galaxia ajeno a la gran gesta, esa es la cifra en la que se quedaron ayer los diez de negro. De negro arbitral, que la cabra siempre tira al monte; y digo diez porque no eran once, que el otro iba de naranja fosforito.

A puntito, a puntito de batir su récord mundial se quedaron (récord guinness decían los más entendidos). Pero hete aquí que les tocaba visitar un campo de los de verdad (para quien no lo sepa y sobre todo para los que no lo quieren saber, el estadio más veterano de Primera), y enfrentarse a un equipo joven pero aguerrido, que a buen seguro dará mucho que hablar durante los próximos años.

Debido a la coincidencia cromática y para no molestar a los todopoderosos, el colegiado (por llamarlo de alguna manera y no ser tachado de agresivo) decidió cambiar su tradicional indumentaria negra por otra más colorida, y a los pocos minutos supo como recompensar a los Floren boys con un penalti que con cualquier otro equipo en el campo a nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido señalar.
Quince minutos y cero a uno. El guión se cumplía a rajatabla.


Pero algo está cambiando. Algo ha cambiado de unos meses a esta parte. El equipo no se rinde, no baja los brazos. Sigue luchando contra los adversarios aunque sea en inferioridad numérica: once patean el balón; otro se hincha a felicitar las fiestas mostrando tarjetas, solo a los jugadores locales, mientras los otros tres (los auxiliares y el cuarto) miran para otro lado.

Y esa tenacidad, esa lucha, esa entrega, esa garra, ese buen fútbol ofensivo y defensivo lleva a que Barragán (desde ayer Don Antonio) lance un misil que tras impactar en el rey del juego sucio llega al fondo de la red para reestablecer la igualdad en el marcador.

Y continúa el juego, continúan las ganas, aumenta la tensión, hasta que minutos después un salto imperial del gran Nicolás (no confundir con otros pequeños) permite que Otamendi conecte el enésimo cabezazo, en esta ocasión en área contraria, que se cuela por encima de las mediáticas manos del sorprendido cancerbero rival.

Dos a uno. Remontada consumada.

Y de ahí hasta el final, más de lo mismo: más fútbol, más tensión, más faltas inventadas por y para los de negro, un par de pseudorremates del supuesto mejor del mundo, tres minutos de prolongación, y pare usted de contar. Que ya estaba bien la cosa.


Uno, y de penalti, para ellos.
Dos, de los nuestros, para la remontada.
Y tres, los puntos que ayer se quedaron en casa.




No hubo récord, pero hubo justicia.

Sin duda un fenomenal comi Enzo de año ayer en Mestalla.