lunes, 27 de octubre de 2014

Welcome Mr. Lim

Después de once meses de incertidumbres, de reuniones, de casi roturas, de casi acuerdos, de flecos (muchos flecos), de traducciones interminables, de viajes no menos interminables y de opiniones para todos los gustos... al fin ha concluido felizmente el proceso.
 



El Valencia C.F. tiene un nuevo propietario. Comienza una nueva etapa.

Tus éxitos serán los nuestros. 

Bienvenido Peter Lim.

viernes, 17 de octubre de 2014

La noticia curiosa de la semana

Un cartel publicitario sembró ayer el caos en las calles de Moscú, dificultando el tráfico rodado en la ciudad y provocando más de 500 accidentes.

Al parecer se trata de la campaña publicitaria de una compañía de telefonía móvil que, vista la atención que suscitó entre los conductores (y supongo que mucha más todavía en los peatones) sin duda consiguió su objetivo.

Hasta tuvo que intervenir la policía para interceptar la treintena de furgonetas que circulaban con la misma fotografía, retirar los peligrosos anuncios y poder así restablecer la normalidad en el habitualmente caótico tráfico moscovita.




Una de las furgonetas en cuestión, con el anuncio incluido. Foto Levante-EMV.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Teresa, la Mato... y el otro

Desde aquí quisiera enviar un abrazo y muchos ánimos a Teresa, para que poco a poco se recupere de esta terrible situación.

También mi solidaridad para con el resto de afectados, las personas que están siendo controladas ante la posibilidad de que pudieran haberse contagiado. Seguro que todo irá bien.

Y un enorme agradecimiento al personal sanitario que está luchando heroicamente contra la enfermedad día a día y pese a todos los riesgos y dificultades.


De otra parte mi repulsa más sonora para esos politiquillos (ministros, consejeros...) que con sus manifestaciones se retratan a si mismos, y con sus acciones demuestran no conocer el significado del verbo dimitir (que, por si no lo saben, no es ningún nombre ruso). Y a sus superiores (en este caso presidentes los dos) decirles que cesar (así tal cual, sin acento) no es un nombre propio, sino el verbo que deberían conjugar en casos como estos.




Cartel que apareció ayer colgado en las Urgencias del Hospital de Alcorcón. Sobran las palabras.






miércoles, 24 de septiembre de 2014

Invasión (IV)

Cada mañana partían al amanecer. Con las primeras luces del día, pertrechados con sus armas y algo de comida para la jornada, comenzaban su recorrido diario. En el más absoluto silencio se movían por la selva comprobando que todo estuviera como lo habían dejado el día anterior. Las únicas variaciones en el terreno eras las producidas por la débil lluvia nocturna o por el paso de algún pequeño animal en su búsqueda de alimento, pero no encontraron ninguna huella que delatara la presencia de enemigos.

La tarde llegaba a su fin y la selva se transformaba. Los últimos rayos de sol todavía bañaban las copas de los árboles más altos, pero en su base el suelo era ya, prácticamente, pasto de una obscuridad total. Caminaban orientándose más por el instinto que guiados por los sentidos, casi a ciegas por las sendas mil veces transitadas y otras tantas cubiertas de nuevo por la espesa vegetación, cuando escucharon a una pareja de papagayos en su vuelo de regreso para pasar la noche, fuera del alcance de cualquier depredador, en las alturas de algún árbol cercano. No los pudieron ver, pero sabían que los tenían muy cerca.

Andaban deshaciendo el camino, de regreso como cada tarde en dirección al poblado, cansados por el largo día de exploración pero contentos por no haber encontrado nada sospechoso, cuando comenzaron a percibir el aroma familiar de una hoguera. Sin duda en la aldea estarían preparando algún guiso, que constituiría su única comida caliente del día y que les ayudaría a desprenderse de la humedad y el frío acumulados durante la larga jornada.

Todavía no estaban lo suficientemente cerca como para ver el humo de la hoguera, de sentirse seguros en la familiaridad del poblado, protegidos por la empalizada y por los compañeros en ella apostados, pero el olor les llegaba cada vez con mayor intensidad, envolviendo su caminar en una extraña mezcla de humo y sal.

Respondiendo a una orden que nadie había dado, todos se detuvieron a la vez, confusos y extrañados por lo que estaba ocurriendo: si el poblado se encontraba en la dirección hacia donde se ponía el sol, cómo era posible que el olor viniera justo de la dirección contraria? En aquella dirección se encontraba la bahía, pero era muy extraño que alguien hubiera salido a pescar en aquellas circunstancias. Y más todavía que se entretuviera en encender una hoguera allí mismo, tan alejado del poblado.

Sin tiempo de reaccionar y demasiado tarde para echar a correr, en aquel instante fueron conscientes de que estaban rodeados. Una multitud de extraños seres había surgido de entre los árboles, impidiéndoles cualquier tipo de reacción. Armados con unas enormes lanzas les hicieron retroceder hasta quedar los cuatro juntos, espalda contra espalda, a merced de lo que quisieran hacer con  ellos.

Mientras sus compañeros se desarmaban y permanecían inmóviles con los brazos en alto, la inmadurez y un nefasto instinto de supervivencia hicieron que el más joven de la patrulla se abalanzara sobre sus captores, irguiendo el mazo sobre la cabeza, dispuesto a plantar batalla. Pero mucho antes de que pudiera siquiera acercarse a alguno de los atacantes, sintió que le fallaban las fuerzas, y se desplomó cayendo de rodillas en el suelo. Una lanza le había atravesado el pecho, asomando su punta por la espalda.

Sin ser del todo consciente de lo que le estaba pasando, todavía tuvo tiempo de escuchar un zumbido que cortaba algo más que el silencio, antes de sentir como su cabeza se desprendía del resto del cuerpo y rodaba por el suelo hasta detenerse junto a los pies de sus aterrados compañeros.

(...)



martes, 16 de septiembre de 2014

Elegido



 Para algunos (espero que los menos), el día más importante del año; para otros (quiero pensar que la inmensa mayoría), uno más en el calendario de la incultura, la incredulidad y la vergüenza.


Un centenar largo de guardias civiles vigilando la seguridad de la “celebración”; varias unidades médicas en previsión de lo que pudiera pasar (y que al final pasó); televisiones, periodistas, fotógrafos (algunos hasta profesionales); cuatro heridos por asta de toro, y alguno que otro más por efecto de la lluvia de pedradas intercambiada entre partidarios y detractores; un conato de incendio, un presunto detenido… y un muerto. Mejor dicho: asesinado.

Elegido, que así se llamaba el Toro de la Vega asaetado esta mañana en una localidad vallisoletana cuyo nombre me niego a escribir.


Como diría el maestro Forges: ¡País!