jueves, 17 de abril de 2014

Jueves Santo

Amanece con las calles más vacías que de costumbre. Las pocas caras que deambulan reflejan lo vivido hace apenas unas horas.

Unas ojeras son consecuencia de la excitación. Otras, por contra, son producto de la decepción. Y las restantes (como en mi caso) son las mismas de cada día.

Gana la velocidad; pierde la precisión.
Gana el balonazo; pierde el toque.
Gana la fuerza; pierde la técnica.
Gana el músculo; pierde la cabeza.

Gana el de casi siempre; pierde...el fútbol.

viernes, 11 de abril de 2014

Ayudante cualificado


-El tercer suicidio en un mes. La jodida crisis se lo va a llevar todo por delante- maldecía el forense echando con rabia los guantes al contenedor, mientras dirigía la mirada y sus palabras al cuerpo que acababan de depositar en la mesa de autopsias. -Pero este se lo dejo al nuevo, para que no se aburra en el turno de noche.



-¿Suicidio? No lo creo-, dice el muchacho al entrar. -Las chicas jóvenes no se pegan un tiro. Y mucho menos en pijama. Prefieren las pastillas, cortarse las venas o tirarse por el balcón. Además de que resulta algo incómodo para un diestro dispararse en la sien izquierda.

-¡Joder, Eduardo, qué ojo tienes! Deberías ser policía.

-Cada uno lo suyo, doctor, cada uno lo suyo. Y si no le importa voy a ir fregando el suelo, que ya sabe usted que si nos ponemos a charlar...se nos puede hacer de día. Y esto sin arreglar.


viernes, 6 de septiembre de 2013

Septiembre

Pasado el periodo veraniego, y tras un intenso mes de vacaciones, coche, montaña, naturaleza, calor, alguna que otra tormenta (y de desconexión de casi todo y de casi todos), aquí estamos de nuevo.

Ahora toca volver a la realidad cotidiana: madrugones, trabajo, comer a horas intempestivas, reuniones, jefes... Como diría algún optimista ¡¡ánimo!!, que ya falta menos para las vacaciones del año que viene.

Para lo que sí que queda menos (apenas unas horas) es para que se produzca la designación de la ciudad que albergará los Juegos Olímpicos del año 2020. Parece ser que mañana sobre las diez de la noche será el gran momento.

La expectación será enorme. En todo el mundo se pararán los relojes. El planeta entero estará pendiente del televisor.




En algún sitio he leído que en nuestro país el apoyo ciudadano a la candidatura ronda el 80 por cien. Parece mentira pero de ser ciertas las cifras, en un país en la situación en la que se encuentra en estos momentos, con el paro por las nubes, la destrucción de empleo continua (en el mes de agosto algunos se felicitaban porque la cifra de parados bajó en ¡31 personas!), la sanidad bajo mínimos, la educación peor que nunca, los servicios sociales prácticamente inexistentes, los banqueros forrándose como siempre, los "trincones" a lo suyo, y unos cuantos políticos a puntito de sentarse en el banquillo (y no en el de los suplentes, sino en el de los acusados), con todo esto y algunas cosas más ¿nos quieren hacer creer que más de treinta millones de españoles están a favor de la candidatura olímpica?

Pues a mi me parece que o bien esas cifras son pura propaganda (y más falsas que un billete de 30 euros) o, definitivamente, somos un país de pandereta.

Así que,  lo dicho. Mañana todos delante de los televisores. Con los dedos cruzados y haciendo toda la fuerza posible para conseguir que las olimpiadas del año 20 se celebren... en Tokio. 

O en Estambul. 

O donde quiera que puedan permitírselas.

martes, 23 de julio de 2013

Los cuatro amigos

Hacía años que se reunían cada tarde. Tomaban café y charlaban mientras jugaban interminables partidas de dominó.

Cuando Joaquín los veía entrar empezaba a preparar las bebidas: uno solo con sacarina, un descafeniado de máquina, una manzanilla y la botellita de agua para don José. Mientras tomaban asiento y sacaban las fichas de la caja ya tenían las bebidas en la mesa, además de papel y bolígrafo para empezar la partida.

Jugaban, reína, discutían por alguna mala jugada. Recordaban tiempos pasados y arreglaban el mundo dos o tres veces cada tade.

Un día aquellos amigos decidieron cambiar de juego. Dejaron en la estanterías las fichas del dominó y cogieron una baraja. Ya no se escuchaba el sonido de las fichas al golpear el mármol de la mesa, porque el tapete verde amortiguaba cualquier sonido. Ya nadie echaba en falta el sobre de sacarina, aunque sí a quien hasta entonces diariamente lo reclamaba.

Pasaron los días, pasaron las semanas, y en la mesa del fondo dejó de tomarse café. El ajedrez se convirtió en su nuevo entretenimiento. Tan solo la manzanilla, la botella de agua y el silencio rodeaban el tablero.

Pero unas semanas más tarde la baraja regresó a aquella mesa. Don José dejaba caer las cartas sin apenas mirarlas, sin el menor interés. Una a una las iba amontonando, mientras se le humedecían los ojos y le ahogaban los recuerdos.

Poco tiempo después, una tarde, nadie ocupó aquella mesa. La baraja quedó en medio del tapete, la botella de agua en una de sus esquinas y las cuatro sillas frías, solitarias y abandonadas.

En algún lugar, en cualquier momento, los cuatro amigos se habían vuelto a reunir. Defintivamente. Para siempre. Mientras Joaquín, secándose una lágrima, miraba de reojo hacia la entrada de la asociación de jubilados.

jueves, 4 de julio de 2013

Amanecer

Deambula a oscuras por la casa, intentando hacer el menor ruido posible. Todavía no ha amanecido y el silencio domina el ambiente. El resto de la familia continúa durmiendo, apurando sus últimos minutos de descanso.

Un sonido se escucha en la lejanía. Suave, mínimo, casi imperceptible al principio, pero que poco a poco va aumentando en intensidad hasta hacerse reconocible y familiar, convirtiéndose después en algo estridente y molesto.

La sirena de una ambulancia rompe el silencio de una ciudad dormida, ausente, casi desierta. Alguien empezó el día muy temprano, y no demasiado bien; o tal vez una nueva vida está a punto de comenzar.

En cualquier caso no habrá gran diferencia. Un suspiro, un bostezo; un nombre, un número. Una anotación en un registro. En el debe de los que fueron y ya no son. O en el haber de los que son y, antes o después, dejarán de ser.