jueves, 19 de junio de 2014

Un cuento real

Había una vez, hace muchos, muchos años, un reino en el que sus habitantes vivían felices, sin más preocupaciones que las del día a día, que a menudo no eran pocas.

Eran tiempos duros, de interminables jornadas laborales, en las que aquellas gentes ocupaban sus días trabajando la tierra. Eran fundamentalmente agricultores y ganaderos, aunque también abundaban entre ellos los comerciantes dedicados a todo lo relacionado con la artesanía, forja, carpintería, tejidos... Y los soldados, siempre necesarios para garantizar la seguridad del territorio y de sus gentes.

En comparación con otros reinos vecinos se podría decir que gozaban de bastante libertad para lo que era habitual en aquella época ya que, desde mucho tiempo atrás, poseían leyes y fueros propios, además de instituciones de gobierno y tribunales de justicia autónomos.

Su rey, que lo era también de otros muchos territorios, siempre había aceptado y apoyado las peculiaridades que de antiguo tenían. Circunstancia que quedó de manifiesto incluso tras su fallecimiento, al expresar claramente en su testamento los tres requisitos que deberían cumplir sus sucesores: mantener en aquellos territorios los mismos tribunales y formas de gobierno existentes; prestar juramento a las leyes, fueros y costumbres de los distintos reinos y señoríos, y renunciar a los derechos sucesorios que pudieran poseer en cualquier otro estado.

En un principio su sucesor cumplió con las condiciones establecidas, por lo que fue proclamado como nuevo rey. Pero poco a poco fue olvidando sus promesas, incumpliéndolas una a una.

Ante aquella situación y viendo las injusticias que con ellos y su historia se cometían, el pueblo se sublevó, proponiendo su propio candidato para ocupar el trono.

Las posturas eran irreconciliables y la guerra resultó inevitable. Las tropas del monarca, mucho mayores en número y mucho mejor preparadas y pertrechadas, arrasaron a su propio pueblo, considerándolo su enemigo. Y no quedando satisfecho con la aplastante victoria militar, el rey decidió además abolir los fueros de aquellos territorios, cambió el nombre a la población y ordenó que se incendiara aquella ciudad y que se salaran los campos circundantes para que desde ese momento nada ni nadie pudiera vivir allí.

Como consecuencia de todo aquello la población se redujo drásticamente. Pero la ciudad no murió aquel día. Allí se continuó viviendo y trabajando, en condiciones mucho más duras que las anteriores, pero con la certeza de que llegaría el día en que se haría justicia y su situación volvería a ser la de antaño.

Pasaron los años, muchos años, y también los gobernantes. Las monarquías absolutas fueron desapareciendo, dando paso a otras nuevas formas de gobierno. Pero los descendientes de aquellos hombres y mujeres continuaban esperando la restitución de sus antiguos fueros. Su única venganza ante tamaña tropelía fue puramente testimonial: darle la vuelta a un retrato de aquel monarca que tanto daño había provocado.





Hoy, 19 de junio, se cumplen exactamente 307 años de aquellos sucesos, de aquel 19 de junio de 1707, día en el que el primer borbón, Felipe V, ordenó el incendio de la ciudad de Xàtiva.


Y justamente hoy, 19 de junio, un descendiente suyo es proclamado rey de España, accediendo además al trono con el mismo nombre que aquel otro de infausto recuerdo.
 Y tu, ¿crees en las casualidades?


6 comentarios:

  1. Hola Paco. Lo que parecía un cuento de hadas se convirtió en tragedia. La verdad es que Felipe V es un rey de triste recuerdo para todos los valencianos: el incendio de Xátiva y el aplastamiento de su población. No sabía que había sido también un 19 de junio pero la verdad -aunque soy monárquica- es que la coincidencia no tiene ninguna gracia. A ver si ya empieza a haber manos negras por ahí... Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Amparo por pasarte por aquí y hacer un comentario.
    Es cierto que en ocasiones las coincidencias (o las casualidades) nos llevan a reflexionar sobre determinados hechos. En este caso esa ha sido la excusa para escribir el cuento.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Respuestas
    1. Muchas gracias Rodrigo por visitar el blog y por tomarte la molestia de hacer un (estupendo) comentario.
      Me alegro de que te haya gustado.

      Eliminar
  4. Estupendo cuento.
    Lástima que sea "real".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es lo que tiene la Historia.
      Muchas gracias, Pedrito.

      Eliminar